Imagen de cabecera CC en film-rezensionen.de
Hay numerosas personas que tienen poca querencia por la Navidad. Algo respetable por supuesto desde un punto de vista personal, como el de quien ha sufrido algún evento traumático en fechas tan señaladas (algo tratado por ejemplo con el personaje de Phoebe Cates en la imprescindible Gremlins de 1984) o social, por la evidente hipocresía de un sistema que alienta en parte un consumismo vacuo para todo tipo de festejos, independientemente de la naturaleza de éstos. Pensemos en la instalación de luces navideñas… en noviembre. Por supuesto también es aceptable una postura de disfrute del festejo, pero el objetivo de este artículo es hacer un repaso desde una perspectiva historiográfica —más allá de comprensibles filias y fobias— a los elementos simbólicos de una de las fiestas más importantes del año, tomando como modelo uno de sus exponentes culturales más famoso: el Cuento de Navidad (1843) de Charles Dickens.
Lo primero que podemos señalar aunque pueda parecer obvio, pero que en numerosas ocasiones no se tiene en cuenta, es que una obra cultural es hija de su contexto social, con el que establece una retroalimentación. No hay que olvidar al respecto que Dickens conocía muy bien las características fundacionales de la llamada Edad Contemporánea, nacida en gran medida con dos revoluciones: la Francesa (1789) y la Industrial (en la que se suele señalar la máquina de vapor de Watt, 1736-1819, como uno de los elementos seminales). Ambas establecieron el dominio social de una burguesía que apelaba a los valores de la Ilustración pero cuyo modelo social planteó un buen número de contradicciones internas, no siendo la menor la oposición de la teoría política revolucionaria (igualdad, libertad y fraternidad) con la realidad económica establecida (alienación derivada de un modelo productivo potenciador de desigualdades). Situación vivida por el autor de primera mano, pues de niño se vio obligado a trabajar en una fabrica bajo condiciones deplorables.
En Cuento de Navidad —a través del camino interior de Mr. Scrooge— se establece una contraposición evidente entre lo que el nuevo sistema establece como valioso, el dinero, siguiendo en parte patrones de la religión protestante (por ejemplo descritos por Max Weber en su famoso ensayo La ética protestante y el espíritu del Capitalismo, 1905) y lo realmente enriquecedor como aparece expuesto en la obra de Dickens: la paz interior y la empatía recíproca entre los individuos. Si uno de los elementos clave del corpus ideológico capitalista es que el acumulador de riqueza lo es porque lo merece, algo con componentes mesiánicos (Dios elige y recompensa a los ricos), el relato de Cuento de Navidad se apoya en patrones del cristianismo previo a la Reforma y por tanto, pese a que pueda parecer contradictorio, a ciertas narraciones paganas milenarias.
Una de las claves del éxito del cristianismo radicó en la asunción de elementos estructurales del Imperio Romano, modelo político bajo el que se alumbró y del que tomó prestado no pocos rasgos, siendo uno de los principales el sincretismo (absorción y reinterpretación de características culturales ajenos para el fortalecimiento ideológico del sistema propio). De la misma manera que la propaganda romana utilizó, por ejemplo, la cosmogonía griega para su armazón político, la ortodoxia cristiana fue asumiendo numerosos patrones previos a ella para su asentamiento social. El caso de las Navidades es uno de los más evidentes. Tanto en la figura de un Jesús de Nazaret convertido en Dios solar, con rasgos calcados por ejemplo del persa Mitra o del egipcio Osiris, siendo sintomático al respecto que su nacimiento quede establecido durante el solsticio de Invierno, cuando la luz comienza el camino de su resurrección (el 25 de diciembre según el calendario Juliano); como en el significado profundo de la fiesta, con evidentes paralelismos con la Saturnalia, celebrada al menos desde el siglo III a.C. en Roma.
Más allá de los aspectos más formales de la fiesta (desenfreno, intercambio de roles) que heredarán sobre todos los carnavales, el significado último de las mismas apelaba a una “Edad de Oro” en la que el Dios Saturno (Crono) gobernaba en la Tierra y en la que los seres humanos eran iguales entre sí, vivían felices y gozaban de un equilibrio con la naturaleza, simbolizada por los Dioses. Esta época dorada terminó, al menos en la versión de Herodoto, con la intercesión de Prometeo, quien pese a la prohibición de Zeus ofreció el fuego —es decir la tecnología— a la Humanidad, la cual encontró en ella la raíz de su soberbia, separándose de las divinidades. Un recorrido por los mitos clásicos al respecto ha provocado enconados debates: ¿es Prometeo una figura positiva o negativa? La tecnología en estas narrativas ¿constituye la salvación o la perdición de la humanidad? Tal vez el hecho de que las interrogantes se mantengan nos ofrezca una reflexión en la línea de Isaac Asimov con respecto a las herramientas: la figura de Prometeo será positiva o no, en función de como utilicemos su don. Por otro lado no puede pasarnos desapercibida la similitud entre esta mitología y la judeocristiana establecida en la narración del jardín del Edén y la serpiente incitando a comer el fruto del Árbol del Conocimiento.
Es interesante observar como para sociedades que contaban con divisiones sociales estrictas, incluso llegando al esclavismo como sucedía con la romana o la griega, la celebración en la que la luz resucitaba (típico de la Saturnalia era encender velas) aludía a una época en la que los seres humanos gozaban de la misma libertad y la tecnología (o civilización) no había establecido diferenciaciones. Es uno de los elementos clave que adquieren las posteriores Navidades y que quedan reflejados en narraciones contemporáneas como la de Dickens. Y no sólo en la suya, por ejemplo el personaje del Grinch, nacido fundamentalmente —pese a pequeñas apariciones previas— en el libro ¡Cómo el Grinch robó la Navidad! (Geisel, 1957) supone una historia de redención similar a la expuesta para Scrooge: en el caso del duende verde se reconcilia con la sociedad cuando se da cuenta de que la celebración va más allá de los regalos materiales, cuya desaparición pensaba que acabaría con la festividad. Es en cierta forma un antiprometeo: en vez de traer dones los arrebata, pero consigue así que los individuos vuelvan a ver más allá de lo material.
Por otro lado y desde el aspecto artístico, conviene señalar el importante poso cultural que ha dejado la obra de Dickens y que es ejemplificador de la potencia de los arquetipos presentes en la misma. Uno de los ámbitos clave en el que se puede observar es el audiovisual, siendo una historia que enseguida se presentó en cine, pues tenemos certeza de su presencia tan tempranamente como 1901 (en una versión de la que solo se conservan fragmentos) y que ha ido contando con constantes reactualizaciones, como la recordada versión de los Teleñecos (con Michael Caine interpretando a Scrooge, en 1992) o la protagonizada por Bill Murray en la desmadrada producción que fue Los fantasmas atacan al jefe (Scrooged. Donner, 1988). Por lo demás, el papel fagocitador —es decir sincrético— del modelo capitalista queda de manifiesto en uno de los personajes principales en el imaginario de una empresa modélica en su ejemplificación del sistema actual. Me estoy refiriendo a Disney con su Tío Gilito, llamado Scrooge Mc Duck en su nombre original. Tampoco podemos obviar que algunas obras han explorado así mismo la necesidad de observar el carácter hipócrita de algunas élites, usando la Navidad como blanqueamiento de su imagen, en contraste con la conversión real que tiene el protagonista de Dickens. En este sentido una película como la maravillosa Plácido (García Berlanga, 1961) puede constituir un perfecto complemento a Cuento de Navidad.
Podemos concluir esta breve aproximación historiográfica a una obra representativa de la contemporaneidad estrayendo varias conclusiones. En primer lugar los arquetipos —reflejos en la cultura de los rasgos culturales de los individuos y sus sociedades— pueden rastrearse desde hace milenios, y siguen repitiendose en la actualidad; en segundo lugar el componente sincrético y propagandístico de los sistemas políticos que se mantienen, se apoya en otros mecanismos también muy antiguos (como la Saturnalia); y en tercer lugar, ese sincretismo potencia los elementos que benefician a la ideología dominante (uso de las Navidades para potenciar el consumo) ocultando o mercantilizando los elementos que le penalizan (aspiración a una sociedad sin desigualdades económicas o que encuentra el valor en el respeto al prójimo, verdadero mensaje de Cuento de Navidad). El conocer estas dinámicas puede contener una evidente utilidad política (encontrar consenso en el reconocimiento de ciertos derechos inalienables y en la aspiración de equilibrio con la Naturaleza) e incluso psicológica (la posibilidad de disfrute de una festividad más allá de la frustración derivada de la apelación al consumismo vacío). En cualquier caso desde Podcaliptus aprovechamos para desearles una feliz lo que quieran: Saturnalia, Navidad o lo que ustedes gusten.
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—Con respecto a la mitología clásica pueden ser de utilidad obras de consulta referenciales como el Diccionario de mitología griega y romana por Pierre Grimal (1951 para la 1º ed. con numerosas revisiones posteriores) o Los Dioses del Olimpo (vv.aa. Alianza, 1988). También es muy recomendable la obra de Hesiodo, en gran medida una compilación de tradiciones (Teogonía, Los trabajos y los días).
—Hay un artículo muy completo de las versiones cinematográficas de Cuento de Navidad, centrándose en la música, en la web The Movie Scores (en castellano):
https://themoviescores.com/inicio/analisis-y-resenas-de-bandas-sonoras/a-christmas-carol/
—Para un repaso completo y divertido de la filmografía de Bill Murray, incluyendo la locura que fue Los fantasmas atacan al jefe, puede ser de interés el libro Cómo ser Bill Murray (Edwards, 2016).
—En relación con los eventos de la naturaleza y su traslación a la mitología, tenemos un podcast muy completo. Puede escucharse aquí:
https://www.ivoox.com/podcaliptus-9-x-21-la-naturaleza-sus-audios-mp3_rf_101129059_1.html