En 1934 se produjo un caso de origen desconocido en la ciudad de Zaragoza que, ante su gran repercusión, llegó a aparecer en el británico The Times en su publicación del 27 de noviembre de ese año. Es difícil determinar exactamente lo que ocurrió, debido al ya considerable paso del tiempo, así como a que se trata de episodios en los cuales la figura del testigo es clave —en muchas ocasiones se trata del único elemento de información al respecto— y los testimonios, como sabe muy bien cualquiera dedicado a la investigación (periodística, judicial o histórica) están sujetos a múltiples variables que pueden adulterar su vinculación con una realidad objetiva. Un excelente ejemplo artístico al respecto podría ser la película de Sidney Lumet Doce hombres sin piedad (12 Angry Men, 1957).
Sea como fuere, se comenta que a finales de septiembre —se suele hablar de la madrugada del 27— una risa estremecedora se oyó en las escaleras interiores del edificio situado en el número dos de la calle zaragozana Gascón de Gotor. Unos días más tarde, en torno al 15 de noviembre, hay diversos testimonios de gritos y una voz, que se identifica como de hombre, provenientes de la hornilla localizada en la cocina del segundo piso. Entre las personas que dan fe de este hecho se encuentra la criada de la casa, Pascuala (a la que se llegará a acusar de ser el origen o estar relacionada con el fenómeno, sin pruebas), los inquilinos de la vivienda y los de otros inmuebles del edificio. Cuando trasciende la noticia, llegará a personarse la policía, representantes judiciales, numerosa prensa y curiosos. Muchos años después Antonio, por aquel entonces niño y residente en el tercer piso, ha llegado a manifestar que la vida se hizo casi imposible por la presión social del momento. Las imágenes de la época con numerosas personas alrededor del inmueble parecen darle la razón.
Tras diversas pesquisas e intentos por determinar la causa del extraño fenómeno, incluidas conversaciones con la “voz” (se ha escrito que entablaba conversación, que respondía a comentarios señalando que no era “hombre” —ante preguntas de la policía—, no estaba “chalao” —después de un comentario de Antonio— u ofrecía datos técnicos, como medidas, en la cocina o del número de personas presentes) en diciembre de 1934 el juez encargado del dictamen final señaló que se cerraba el caso por “no haberse encontrado persona responsable” lo cual no fue óbice, como señalaba anteriormente, para que sin ningún tipo de pruebas hubiera personas que decidieran culpabilizar a la criada.
A partir de todo aquello se ha producido cierta confusión al respecto. Se dijo que “el duende” se despidió con amenazas de muerte a los habitantes de la casa (algo que no cumplió, pues sabemos que varios de ellos, como Antonio y Pascuala, seguían vivos muchos años después). Se habló y se sigue comentando la posible vinculación, para mi sin ningún dato solido, del fenómeno con la muerte en fechas cercanas al origen del mismo de una vidente que supuestamente habría intentado relacionarse con un presunto espíritu detrás del tema. También se ha relacionado con una fotografía filtrada por una investigación, pero sin embargo de la imagen no se dan más pruebas que vagas referencias y ningún dato concreto que permita señalar ni su autenticidad ni su relación con el caso, de modo que la explicación más razonable —como ha sucedido en ocasiones similares— es que se trate de una falsificación que seguramente en origen ni siquiera fuera en relación con el evento. No obstante, todo esto no hace desmerecer el interés por una historia que, fuera cual fuera su causa, fue presenciada por varias personas, tuvo un eco que llegó a ser internacional y desde luego nacional, con una carroza del carnaval de Madrid del año 35 dedicada al asunto y —según se dice, aunque no he encontrado tampoco pruebas gráficas— sería aprovechada con motivos publicitarios, apareciendo productos como “harina el duende” o “goma de mascar el duende”.
Si se visita la zona donde se encontraba la casa se podrá contemplar, como hemos visto, un edificio llamado “el duende” en referencia a la historia. Sin embargo es un área que ofrece otros elementos relevantes. El conocido popularmente como puente “de los gitanos”, en realidad Puente del emperador Augusto, se erigió por Miguel Ángel Navarro para unir más rapidamente las importantes arterias de la ciudad correspondientes con el Paseo Sagasta y con Gran Vía. La figura de este famoso arquitecto se puede rastrear en otros elementos cercanos, como la “Casa Palao”, encargada por el escultor Carlos Palao a Félix Navarro, aunque por una serie de problemas administrativos y técnicos la obra se retrasó hasta el punto de que fue su hijo Miguel Ángel el que acabó haciéndose cargo del proyecto. Se trata de uno de los últimos ejemplos modernistas del paseo y sus soluciones arquitectónicas, como el chaflán curvo, recuerda a ejemplos mucho más famosos como el poco anterior Flatiron neoyorquino (Edificio Fuller, 1902).
Felix Navarro también se encargó del cubrimiento de gran parte del tramo bajo del río Huerva en su paso por Zaragoza (1925), de modo que en Gran Vía (actualmente Gran Vía de Ramón y Cajal) por ejemplo aún se puede percibir, por vibración en superficie debido al paso de vehículos pesados, la oquedad del subsuelo. Se trata de un área en el que es posible apreciar numerosos ejemplos de arquitectura de ensanche (en esta ciudad con un importante impulso en los años 50 y 60) así como soberbios edificios de finales del siglo XIX teniendo como mayor exponente el actual Paraninfo (antigua Facultad de medicina y ciencias). Este edificio, según proyevto de Ricardo Magdalena, está cargado de elementos simbólicos e icónicas esculturas —realizadas por Dionisio Lasuén y Jaime LLuch— en la portada, haciendo referencia a eminentes investigadores: Miguel Servet, Jordán de Asso, Andrés Piquer y Fausto Delhuyar. Aún muchas personas desconocen que en 1923 Albert Einstein dio en este lugar una conferencia explicando la Teoría de la relatividad. El rector por aquella época, Ricardo Royo Villanova, decidió guardar la pizarra en la que el famoso científico hizo anotaciones al hilo de su exposición. La guardó tan bien que a día de hoy no se sabe donde se encuentra.
El río Huerva, cuyo nombre tal vez derive del paloindoeuropeo Orw (“fluir”) es el único afluente del Ebro que desemboca en el casco urbano de Zaragoza, a la altura de los parques Bruil (bautizado por Juan Faustino Bruil, ministro de economía del XIX, poseedor de una finca en la zona) con Tenerías (nombre que parece hacer referencia a las curtidurías que aprovechaban los cursos de agua en sus procesos). Es una zona rehabilitada a raíz de las Exposición internacional de 2008 pero que, menos de veinte años después, ya presenta serios problemas de mantenimiento. El río Huerva es crucial en la comprensión de culturas como la romana, por ejemplo en su uso de la arquitectura hidraúlica civil con la presa de Muel, o Celtíbera con yacimientos como el de Contrebia Belaisca donde se hallaron los conocidos Bronces de Botorrita, los cuales han sido claves en el conocimiento de la grafía íbera y que lo convierten en uno de los principales lugares en la filología relacionada con la Península Ibérica.
Para poder contemplar los lugares a los que hacemos referencia, hemos preparado un vídeo al respecto. Esperamos que os guste.
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¿QUIERE SABER MÁS?
—Artículo sobre la visita de Einstein a Zaragoza en 1923:
—Artículo sobre la Casa Palao de Zaragoza:
—Podcast sobre la cultura celtíbera, a la que pertenecía la comunidad de Contrebia Belaisca:
https://www.ivoox.com/podcaliptus-8-x-46-celtas-celtiberos-en-audios-mp3_rf_86697101_1.html
—Artículo sobre los bronces de Botorrita: