A finales de los años 60 en España el Ministerio de Información y Turismo (o de “sí mismo” se decía, en referencia al uso que el ministro Fraga le daba para su propia promoción), convocó un concurso para la publicación de una colección editorial con el patrocinio de Radio Televisión Española. Dos empresas con solera actual en el ámbito impreso vencieron, una con sede en Barcelona —Salvat, fundada por los hermanos Pau y José Espasa junto a Manuel Salvat en 1869— y otra en Madrid —Alianza, desde 1966, por José Ortega Spottorno, quien luego creó el diario El País—, lo que supuso la llegada de la mítica colección “Biblioteca Básica Salvat”, que hasta 1971 publicaría cien tomos.



Cada uno de los libros lleva el subtítulo “libro RTV” en referencia al patrocinio de la televisión pública, unas guardas con la foto y dibujo de un templo clásico, así como una introducción por parte de una figura relevante que añadía su firma. Después de la larga posguerra y los efectos que esta tuvo en la ralentización de una creación cultural de calidad en España, cuando no la casi desaparición de la misma y la imposibilidad de adquirir determinadas obras foráneas, la Biblioteca Básica Salvat —y así me lo confirmó por ejemplo mi padre, nacido en 1952— fue una de las primeras oportunidades para acercarse a obras notables o maestras de muchas épocas diferentes, con traducciones correctas y un precio asequible (25 pesetas, que vendrían a ser unas 378 del año 1999 o algo más de seis euros en 2023 ajustando la inflación). Del éxito de la iniciativa da fe el hecho de que se calcula que del primer volumen, “La tía Tula” por Unamuno con prólogo de Julián Marías, se vendió el millón de ejemplares, una cifra abrumadora.


El éxito provocó una segunda colección, con muchos títulos repetidos, entre 1982-1984. Aunque en época de la colección tanto Salvat como Alianza eran empresas independientes, ahora pertenecen ambas a la francesa Hachette Livre, la cual forma parte a su vez del grupo Lagardère el cual posee —por tanto— compañías editoriales, pero por cierto alguna firma que también fabrica armas. Interesante dato tal vez para comprender un poquito más al ser humano y el mundo en el que vive.
















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(1) Aunque he pensado en alguno de los magníficos templos de Agrigento como modelo de la fotografía, no he encontrado ninguno que encaje. Gracias al usuario “The Marquesito” en el agregador de noticias Meneame, quien me apuntaba la posibilidad de que sea el templo de Poseidón en el cabo Sunion (Ática).
6 comentarios
Qué recuerdos… La cantidad de paseos que me di por la Cuesta de Mollanos, en Madrid, para completar la colección, heredada incompleta.
Gracias por traer estos recuerdos de vuelta.
Hola Jaime, muchas gracias a ti por tu comentario. Lugar también mítico el que comentas, un sitio muy especial que se convierte en uno de los favoritos de Madrid para un amante de los libros. Un saludo grande 🙂
Fue una colección magnífica y supuso un gran salto en el tristón mundo cultural de la época. El tomo del arte griego se dictaba en algunas universidades. Son algo frágiles por ser la edición de baja calidad pero fue una idea magnífica.
Totalmente de acuerdo con tu comentario, Jesús. Muchas gracias por tu aporte.
Creo que las guardas llevan foto y dibujo del templo griego de Metaponto (Italia). Saludos.
Muchas gracias por el dato 🙂