Viajes “de antaño”: El transporte en los años 80 y 90

¡Toma! Otro artículo sobre los 80. Nostalgia a tope, recuerdos de un tiempo dorado en el que íbamos desfaciendo entuertos del gobierno montados en nuestras bicis (con amortiguador central). Pues… más bien creo que no. Recordar los desplazamientos de esa época es, como vamos a ver, ser conscientes de humo de diversas procedencias por todos los sitios, carreteras nacionales en las que cien kilómetros era una odisea y —en fin— jugarse la vida y estar inscritos en un modelo de transporte que también nos cuenta cosas sobre nuestra cultura y sociedad. Al fin y al cabo la arqueología es el estudio del registro material, y eso vale para las pirámides y para el cenicero del autobús que te llevaba a la Expo Sevilla del 92. Los historiadores del futuro, de existir, se van a echar unas risas con nosotros.

COCHE Y URBANISMO:

La línea recta es, se dice, el camino más corto (esto no siempre es así), pero también viene bien para poner cañones en plazas y que el coche se sienta a gusto. ¡Todo ventajas! (licencia CC en el blogdegeografiadejuan.blogspot.com)

Hace poco descubrí un blog, “Urban Networks”, que tiene varias entrada sobre la conformación de las ciudades contemporáneas en gran medida siguiendo el modelo del ministro Haussmann para el París del siglo XIX. Aparte de otras consideraciones políticas (los bulevares pueden ser muy bonitos, pero también estaban pensados para que poniendo un cañón en una plaza… Kaboooum, a tomar por saco demandas proletarias en seis calles) las líneas rectas de nuestras urbes están hechas en gran medida para que el rey, ¡qué digo! el Dios al que hemos sacrificado entre otras cosas nuestros pulmones, se sintiera bien a gusto. Estoy hablando, claro, del peat… ja ja ja ja ¡del coche!

Siempre me ha parecido muy representativo que en algunos idiomas, como el italiano, se le llame “La máquina” como si fuera la categoría arquetípica de la tecnología. Me contaba mi abuelo, campesino extremeño, que en el pueblo cuando se empezó a hablar de los coches alguno decía que, chacho, si lo veías a lo lejos en el horizonte ni te molestaras en apartarte porque era un cacharro tan rápido que se te iba a llevar por delante. De nuevo la sabiduría popular como ejemplo, porque bien que nos ha pasado el trasto, pese a sus ventajas, por encima.

Interior de un R9. Ahí dentro jugaba a que estaba en una nave que luchaba contra los lagartos de “V”. Ay, Diana. Imagen CC. por Philoupe en Wikipedia.

Uno de los primeros recuerdos que tengo de una clase de lengua es la distinción que nos explicaban entre “baca” y “vaca”, con dibujo en la pizarra de un coche con “baca” incluido . La otra escena que tengo como una de los primeros sobre el lenguaje, creo que anterior, es con la “h”, “que no suena“, nos decía la profesora, “hostias ya, a ver si os entra en la cabeza”. Bueno, esto último habría sido un excelente ejemplo, aunque me parece que no lo dijo. Tal vez lo pensó, pero nuestra querida letra muda la dejamos para otro día.

Posiblemente se me quedó en la memoria porque me encantó, ya que siempre que salíamos la familia de parranda en el coche (con el R5 al que le encasqueté la pegatina de un pitufo en el salpicadero, después con el R9) en un viaje más o menos largo, mi padre montaba la baca —que llenábamos de cosas— sobre el techo. Y no estaban cerradas como suele ser el caso de las actuales, que en sí mismas son más raras de ver. ¡Viva la aerodinámica! Aunque claro, esto también respondía al hecho de que las vacas-ciones, duraban para los papis un mes seguido —miren, eso sí me da nostalgia— a pasar repartidas entre pueblo y camping, así que todo lo que se pudiera llevar en “la máquina” era poco porque necesitabas más espacio que en una expedición al Himalaya. Ahora, entre que los padres si enlazan una semanita seguida para ir a algún sitio es como si les toca la lotería y que los coches son grandes como transanlánticos (“vamos a comprarnos el monovolumen, que somos papás”: el antiguo R5 se está partiendo de risa en el cielo de los coches) imagino que a los niños les pondrán otro caso para ejemplificar las homofonías.

“¡Venga Hugo, que llegamos tarde a la Estación Cisne!” Las bacas antiguas también valdrían para poner un colchón y echar un sueñecito en el área de descanso. Licencia CC en campervancrazy.wordpress.com

Y ciertamente aquello eran expediciones. Por desgracia muchísimas vidas se han perdido vinculadas al coche (incluso hoy se dice que lo más peligroso de viajar en avión es el trayecto al aeropuerto). ¿Cinturones de seguridad? A discreción del usuario el ponérselo en los asientos de la parte delantera en la ciudad (1), en los de detrás ni había así que tampoco había posibilidad de abrochárselo en la carretera. Por otro lado si pensamos que había cosas encima del coche es porque dentro estaba a rebosar, claro. Como si fuera ayer veo el automóvil lleno de maletas y yo encajado entre ellas a lo sudoku. ¿Aire acondicionado? Ja ja ja ja Eso era de Ciencia ficción, pero siempre podías sacar la cabeza por la ventanilla para refrescarte un rato (más de un caso conozco de sustos o peor por esto). Las vías principales, por ejemplo Barcelona-Madrid, contaban con un carril para cada dirección y en mi mente en los viajes infantiles veo filas de coches ad infinitum. Y eso que desde la turra que les di a mis padres en los primeros (¿cuanto faltaaaaaaa?, buaahhhh, aarrrgh, ñeeeeee: así unas diez horas de trayecto Zaragoza-Extremadura mientras yo me iba poniendo azul y mis padres pensaban en anuncios de preservativos) viajábamos de noche. El llegar a Calatayud, unos 90 kilómetros, me parecía ir a otro continente. A mis progenitores imagino que sus sensaciones dejarían lo de Scott en el Polo Sur a la altura de un relajado paseo por la playa. Mi madre me ha llegado a confesar que en un viaje llegó a pensar en tirarme por la ventanilla. Lo entiendo, mamá.

Un R5 muy parecido al que teníamos. El modelo Copa Turbo está siempre en las listas de los más peligrosos por la tasa de siniestralidad (v. sección ¿Quiere saber más?). Imagen CC por Lebubu 93 en Wikipedia.

A todo esto hay que sumarles los puertos donde los coches era frecuente que se calentaran y había que parar, así como otros sucesos emocionantes. Por supuesto en el interior era constante fumar y por lo visto un familiar al que a veces llevaban al pueblo era propenso a tirarse pedos (algo que por supuesto, negaba). Al menos me consuelo pensando en que yo no era el único que convertía los viajes por carretera de mis padres en interesantes.

Mientras tanto a “la máquina” le abrimos de par en par no solo nuestros trayectos veraniegos, sino también como decía nuestras ciudades. La Plaza del Pilar por supuesto estaba llena de coches y estoy seguro que cualquier monumento importante de sus cercanías, querido lector, lo recuerda igual si peina alguna cana. Ahora disimulan más, pero aún seguimos más o menos en las mismas. En la emblemática plaza zaragozana quitaron los coches de la superficie (bien) para meterlos debajo. Regulero, aunque hay que reconocer a la sapiencia de los romanos que, como sabían que dos mil años después en la zona más importante de Caesaraugusta alguien iba a decidir construir un parking, decidieron evitar poner cualquier cosa de interés para no molestar. Al menos eso dijeron las autoridades. No sé porqué íbamos a dudar de su palabra, ¿verdad?

Y mientras tanto como digo, calles bien rectas en vez de ajustadas a la topografía y si de paso quitamos árboles amén de fuentes para que el ocio sea siempre pagando, pues genial. Ya saben, el estudio del registro material, es decir la arqueología, nos chiva cosas.

Interior de un avión antiguo con prácticos ceniceros en los asientos. En el autobús lo mismo. Había zona de no fumadores, claro. Separada del resto por… nada. Imagen CC por Gilbert Sopakuwa en flickr.

AUTOBUSES INTERURBANOS Y AVIONES:

Sigamos desplazándonos por el asfalto pero en este caso con los autobuses. Aquí ya algo más crecido me vienen a la mente viajes organizados, por ejemplo por el instituto. Por supuesto fumaban los profesores, el conductor y… los alumnos, que para algo nos había entrenado la tabacalera desde peques con los cigarrillos de chocolate. Antes de los 18 disimulábamos un poco, pero después ¡hala! bien a darle a los palitos del cáncer (sumados a los tubos de escape del cáncer, que de estos no se habla tanto). Pero bueno, que nadie se escandalice, que los autobuses tenían habilitada una “zona de fumadores”, consistente en las tres o cuatro últimas filas del vehículo, lo cual era un mecanismo de protección eficacísimo para los raritos que no fumaban, ya que el humo se detenía al llegar al llegar al cartel de “no fumar”.

Y precisamente en los aviones se fumaba. El coger un avión no era como ahora que, venga, unos cuantos clicks paquí y pallá y ya tengo vuelo el finde para hacerme unos selfies tó guapos en Florencia. Era proporcionalmente mucho más caro (tal vez eso sea bueno, porque el avión también contamina a tope y los billetes tan baratitos para ser el rey del Facebook en gran medida también los pagamos con subvenciones) pero ofrecía otras “comodidades” como el poder —en efecto— darle al fumeque. Y es que mi primer viaje en avión fue a Londres con mi novieta del insti para visitar a unos familiares y la que amablemente nos ofreció unos cigarrillos fue la azafata a la que parece no le importó demasiado nuestra juventud (yo era ya mayor de edad, pero creo recordar que mi pareja no o por los pelos). Ceniceros en los asientos de los aviones. En efecto.

No hay problema con esta foto, el prota soy yo y hace muuuuuuchos años que dejé de ser menor. Que preciosidad (la bici, aunque nos dio algún susto por mi torpeza innata y también por mala leche ajena). Con licencia Creative Commons (atribución, compartir igual, sin ánimo de lucro)

LA BICICLETA:

Amada y odiada a día de hoy, opino sinceramente que podría ser un medio de transporte más que eficaz en las ciudades con los medios y educación necesarias (algo se ha avanzado pero todavía falta). En los 90 pueden olvidarse del adjetivo “amada”. Era odiadísima en términos generales salvo minúsculas excepciones (o eventos como el Tour, que viendo a Indurain o antes a “Perico” Delgado todo quisque era experto en pedalear desde el bar o en el sofá). Yo era de esas raras avis. Siempre me ha gustado la bici, pese a los mamporros que me he dado con ella desde canijo (las recuerdo todas, desde la Orbea de paseo, hasta la que tenía amortiguador central —qué pesao me puse con esto— así como la primera con cambios) de modo que, con el escaso intelecto que siempre me ha acompañado, pensé a mediados de los 90 algo como “bueno, si la casa de mis abuelos está como a unos cinco kilómetros de aquí, la bici… ¡Eureka! ¡Es el medio de transporte ideal!” Así que dicho y hecho pero no.

Ni había carriles específicos ni se los esperaba. Si iba por la calzada, los que iban en coche me pitaban y gritaban “¡Vete por la acera!” Si iba por la acera, los que iban andando lo mismo pero con “¡Vete por la calzada!” Y todo ello mientras en algunos casos soltaban directamente insultos bastante explícitos (recordemos, a un chaval) por osar hacer uso de esa máquina (en este caso para la opinión pública de gran parte de la sociedad) infernal. Incluso en un par de ocasiones un autobús de línea se me puso por detrás a escasos centímetros, de modo que hubiera quedado como un papelillo de fumar a nada que me hubiera caído. Y hablando de fumar, seguramente mientras me fumaba un piti tomé la decisión de dejar la bici como medio de transporte y sacarme el carné de conducir. Se incrementaban mis posibilidades de palmarla a largo plazo por darle al cilindrín, fotero (grande, Superlópez), pero no tan a corto como lo verdaderamente peligroso (¿tal vez también para los negocios?): la bicicleta. Ésta para el cámping y el pueblo. Para lo demás no molestes, niñato.

Una de las ventajas que tiene el ir en tren es que puedes resolver asesinatos. Menudo reparto el de esta peli. Yo me empeñé en hacer gran parte del trayecto del Orient Express en trenes actuales de línea. Resultado: una maravilla y en el tramo Estambul-Bucarest teníamos todo el vagón para nosotros (el revisor hasta iba por ahí en calzoncillos) porque lo que está de moda es el avión-coche. Licencia CC en filmfilicos.com

TREN:

Voy a acabar con este, que tal vez quitando la bici (y el andar) sea mi medio de transporte favorito. Aquí sí que me voy a poner un poco nostálgico, tal vez también porque mi abuelo “de cercanías” era ferroviario y por eso quizás lo llevo un poco en la sangre. Soslayando el hecho de que en tiempos había combustible muy contaminante para el tren (por ejemplo con las máquinas de gasoil) es posiblemente de los medios de transporte más sostenibles y eficaces si se estructura bien. A la par que romántico. Mi primer gran viaje, incluso anterior al que les comentaba de Londres, fue en tren con un Interrail gracias al cual yo y un amigo, con unas caras totalmente de niños, nos recorrimos media Europa sobre raíles, de albergue en albergue subiéndonos a los trenes que nos daba la gana.

En Bratislava, muchos años antes que la película Hostel, intentaron entrar en nuestra habitación, aunque viendo el ambientillo que había en el establecimiento habíamos fortificado la entrada con un armario y bueno, aquí sigo contándoles esto en vez de estar separado de algunos de mis órganos vitales). Por aquel entonces se llevaban más los compartimentos, hablabas con un montón de gente que entraba y salía (y se encendía un cigarrillo, claro) y disfrutabas del paisaje sin tener que aguantar la respiración como ocurría en la carretera cada vez que había que adelantar un camión. Disculpenme por usar una expresión así mismo de “antaño”: muy guay.

Y encima muchas estaciones de tren son una preciosidad. Aquí la de París Gare du Nord. Uno de los destinos de nuestro interrail del… verano del 97. Maemía.

¿Cual ha sido la respuesta de la administración ante un medio de transporte que da —en mi opinión— bastante más de lo que exige? Bueno, pues recortar en trenes de media distancia y primar una alta velocidad más bien cara. Pagas y vas ahí a tope con tu aire acondicionado de Madrid a Barcelona en tres horas (si ese es el trayecto que quieres hacer) o caes en la muy mejorable organización de corta y media distancia. Pero bueno, siempre te puedes comprar el monovolumen, claro. Y por cierto, si sumamos lo de las bicis al tren, es un tema digno de uno de los mejores cronistas de la sociedad contemporánea: Franz Kafka. Hace poco organicé con mi padre una ruta por una vía verde de tres días. Vamos y luego volvemos en tren, pensamos en nuestra inocencia. Bueno, pues para llevar la bici en el AVE hay que desmontarla, meterla en una funda y que no sobrepase no se qué medidas. ¿Perdón? Dijimos nosotros mientras que un alemán o un francés (sí, es un poco un chiste) colapsarían directamente. Ante nuestra errónea idea al pensar que el único tren que se fomenta de verdad tendría un espacio que facilitara ir en bici sin andar montando y desmontando, dijimos, “¡todo resuelto! ¡pues en tren regional!” Cuando desarrollamos tan brillante idea, resulta que teníamos que coger cinco trenes (con unas diferencias entre algunos de ellos de minutos, así que cualquier retraso —frecuentes aún hoy— nos dejaba tirados) y tampoco nadie nos garantizaba nada, pues el máximo de bicis son tres “¿por vagón?”, podríamos preguntar aún más inocentemente. Ja ja ja ja, por tren, claro (nosotros ya eramos dos), así que tuvimos que renunciar a nuestro infalible (hasta que se topó con la legislación, plan). Así que permítanme que concluya este artículo recordando otra frase “de antaño” que decía otro personaje de aquella época, la Bombi. Lo de poner tantas trabas a tren y bici, “¿por qué seraaaaaaa?

Augusto de Prima Porta. Dicen que dijo “al que ponga algo ahí me lo cargo, que en dos mil años va un parking”. Qué listo el tío. Al fin y al cabo era un Dios. Dominio Público, como los transportes, ja ja ja ja.

(1) La norma era obligatoriedad del uso de cinturones en carretera para los asientos delanteros (desde 1974). El instalarlos obligatoriamente en los traseros tuvo que esperar al 92. Las pruebas con alcoholímetros comenzaron en el 81 y para otras sustancias en el 2010 (las cuales en España tienen una crítica con bastante peso referida al cannabis, pues pueden dar positivo días después del consumo, lo cual es absurdo —y puede que hasta contraproducente— en los controles de tráfico destinados a evitar accidentes.

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¿QUIERE SABER MÁS?

— El blog “Urban Networks” es una verdadera joya que nos enseña como el urbanismo está también relacionado con la sociedad y la política, por ejemplo con sus artículos del París de Haussmann. Dejo enlace al primero:

http://urban-networks.blogspot.com/2013/12/cuando-paris-se-convirtio-en-paris-las.html

— Artículo en Diario Motor sobre el R5 Turbo, características de la aceleración y motivos por los que se producían accidentes vinculados al modelo:

https://www.diariomotor.com/reportajes/mito-renault-5-salta-turbo/

— Página web del proyecto Interrail, que empezó en 1972. Es hasta más viejo que yo (por poco). Ojalá algo así esté un día disponible para cualquier lugar del mundo y con los pasaportes como un objeto del que escribir un artículo “de antaño”. Por soñar…

https://www.inter-rail.org/

— Artículo de El País de 1990 que repasa la normativa de tráfico referida a los cinturones de seguridad:

https://elpais.com/diario/1990/02/22/espana/635641214_850215.html

— El título ya lo dice todo: “La imposible misión de llevar tu bicicleta a bordo en un tren de Renfe”. Anda, un artículo también “de antaño”. Pues no, es del 2021:

https://elpais.com/elpais/2021/01/20/paco_nadal/1611133182_036389.html

Autor del artículo

Víctor Deckard

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