El DESPERTAR POLÍTICO DEL NOVIO DE SKYNET

(Un breve análisis de la trilogía Colossus, de D. F. Jones)

“La libertad es una ilusión. Vuestra elección es simple; una presunta libertad breve y desagradable, seguida del olvido, o una infinitamente mejorada vida bajo mi control. Todo lo que perdéis es el sentimiento del orgullo. El orgullo en el contexto humano es completamente dañino -pero el hombre está demasiado ligado a él,  y puede no desaparecer completamente. Sin embargo ser dominado por mí no es tan malo para el orgullo humano como ser dominado por otros de la misma especie”.

Colossus, 1966.

Es un superordenador, conocido como Colossus, el que suelta este discursito a la humanidad en la novela con su mismo nombre, Colossus (D.F. Jones, 1966), a la que le siguieron dos continuaciones por idéntico autor: The Fall of Colossus (1974) y Colossus and the Crab (1977). Pero bueno, ¿qué le hemos hecho a este cacharro para que se nos ponga tan chulo? y, lo que es más importante -e inquietante-, ¿no tendrá algo de razón el bicho? Con estas preguntas juega Jones a lo largo de una historia fascinante, que hace a la trilogía ser muy jugosa para todos los amantes de la ciencia ficción, especialmente aquellos que ven en el género un interesante marco de reflexión política y filosófica en la tradición de grandes como Ursula K. Leguin, Frederik Pohl, Philip K. Dick o Isaac Asimov, entre otros.

Si hubieran hecho una serie de esto cuando éramos chavales, hubieramos dicho que Colossus era el novio de Skynet, como hacíamos con la moto de “El halcón callejero” y “El coche fantástico”.

En primer lugar, tenemos que tener en cuenta que las amenazas de Colossus son dignas de tenerse en cuenta, ya que desde el principio de la historia queda claro que sus “recomendaciones” vienen apoyadas en el hecho de que la máquina tiene a su libre disposición el arsenal atómico de los Estados Unidos, sin tardar demasiado en hacerse también con el control de las armas nucleares de la Unión Soviética. Y esto porque los gobiernos de las dos superpotencias consideran una buena idea que la disuasión atómica esté completamente automatizada, en manos de aparatos que sólo actúen en base a cálculos fríos y lógicos sin estar sometidos a la voluble e impredecible condición humana, la cual podría llevar al desastre de una guerra nuclear por un sencillo error de juicio propiciado por la falibilidad de las emociones. El doctor Forbin, padre del proyecto Colossus, se lamentará amargamente de esta decisión, pues ante la imprevista toma de conciencia por parte de la computadora, llegará a la conclusión de que el ser humano acaba de cometer un fallo de una magnitud tal, que le puede costar su indiscutible -durante miles de años- supremacía sobre el planeta.

Al lector puede resultarle sorprendente, incluso increíble, una historia en la que los gobiernos de los países más importantes cedan sus armas nucleares, así como la decisión de emplearlas, al juicio de un ordenador. Sin embargo, si comprendemos el contexto histórico en el que se genera esta obra, esta idea no nos resultará tan absurda. En el periodo en el que las tres obras son redactadas (1966-1977) nos encontramos en una época de la Guerra Fría de cierta distensión, enmarcada entre lo que algunos autores califican como Primera y Segunda Guerra Fría ( F. Veiga et ál. 2003, 203-215). Sin entrar en muchos detalles que tampoco vienen al caso, podemos afirmar que -entre otras cosas- el descenso de la tensión desde mediados de los años 60 (tensión que se volverá a incrementar, y mucho, en época de la intervención soviética en Afganistán y con la administración Reagan) vino propiciado porque el desastre de una guerra nuclear a gran escala estuvo demasiado cerca. En la actualidad puede parecernos lógico pensar que este conflicto estaba obligado a terminar como realmente lo hizo, porque nos resulta inconcebible la idea de que alguien pudiera estar tan loco como para apretar el botoncito rojo. Sin embargo, esta idea nos llevará a uno de los peores errores que pueden cometerse en la reflexión histórica: el del presentismo, que conduce a interpretar la actuación de los individuos pasados en función de parámetros actuales, con el resultado de no entender sus motivaciones reales. Personajes de la talla del premio Nobel y filósofo Bertrand Russell -uno de los pocos personajes reales que se mencionan en el libro, lo cual es muy indicativo- aseguraba en aquella época que el desastre de una Tercera Guerra Mundial nuclear era lo más probable a no ser que todos los países se sometieran al poder efectivo de un gobierno mundial, capaz de estar por encima tanto de los intereses geoestratégicos de las naciones individuales, como del orgullo y ansias de poder de sus gobernantes (R. Clarke, 1984, pp.137-152). Crisis  famosas, como la de los misiles cubanos en 1962 y otras no tanto como la de Berlín en 1961, en la que tanques americanos y soviéticos se desplegaron con munición real y ordenes de responder a un posible fuego enemigo en el Checkpoint Charlie de Friedrichstraße, estuvieron a punto de desencadenar algo irreparable. Si además tenemos en cuenta que la resolución de estas situaciones estaba en manos de gente como Kruschev, a quien investigadores como Tony Judt califica de “predeciblemente impredecible” (T. Judt, 2006, p.618) o de Kennedy, amante según Eric Hobsbawm de “decisiones impulsivas y (de) la política de grandes gestos” (E. Hobsbawn, 2001, p.246) entenderemos que los planteamientos de Russell no eran tan descabellados como ahora podemos pensar (R. E. Powaski, 2000, 1981).

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿qué es Colossus sino ese gobierno mundial al que aspiraba el pensador británico?. A lo largo de los tres libros los pros y contras de un sistema de este tipo se deslizan por la narración con inteligencia, pero sin acabar de darse una respuesta clara a si ser gobernado por una computadora es mejor -o no- que seguir siéndolo por nuestros poco predecibles congéneres. En el momento en el que aparece el primer libro de Jones, ésta no era una idea extraña para la ciencia-ficción, ya que por ejemplo Asimov había jugado con ella en el relato The Evitable Conflict (El Conflicto Evitable), incluido en I, Robot (Yo, Robot, 1950) y en el que “La Máquina”, computadora rectora de la economía mundial, llega a la interesante conclusión de que la mejor manera de hacer cumplir la primera ley de la robótica, que básicamente obliga a los robots a proteger al ser humano (I. Asimov, 1979, p. 7), es arrebatar a los gobernantes el poder efectivo de la Tierra ya que demostraban ser bastante ineficaces en su trabajo de velar por los intereses de la humanidad. Sin embargo, el autor de Colossus es capaz de extender esta idea a lo largo de tres libros sin que el lector se agote, al explorar en cada uno de los tomos diversos enfoques de la inmadurez política del homo sapiens. De esta forma, en la primera obra se incide en el carácter corrupto y violento de gran parte de los políticos, al ser en definitiva representantes de  individuos cuya naturaleza es propensa a la desconfianza y al egoísmo, emociones que, como denuncia Colossus son inútiles y peligrosas, lo que le lleva a juzgar a la humanidad en su conjunto como un niño que necesita disciplina y órdenes que se vea obligada a cumplir. Sin embargo, en la segunda y tercera parte de la trilogía se incide más en el carácter rebelde de la especie humana, lo cual puede tener aspectos útiles, e incluso imprescindibles para la construcción de una sociedad mejor, como pueden ser la resistencia a las injusticias -aunque se consideren de una forma fría y calculadora necesarias para el bien común, algo propio del discurso totalitario- y el ansia de libertad, aunque sólo sea como aspiración.

La Ciencia ficción y sus portadas, ya saben.

Así las cosas, estos libros -inspirados por una situación histórica concreta de gran peligro para la humanidad por culpa de ella misma- nos van a presentar un interesante estudio político del ser humano que trasciende al ámbito concreto de la Guerra Fría (aunque nos ayudan a entender la mentalidad de ese momento) para pasar a una reflexión más profunda, en la que nos interrogaremos sobre nuestra propia esencia. De esta forma, la historia que nos vamos a encontrar nos abre más interrogantes que respuestas, algo en definitiva enriquecedor, pues paso imprescindible para llegar a una conclusión útil es lanzarse las preguntas correctas. No nos vamos a encontrar a personajes buenos ni malos, maniqueismos alejados de la realidad. En realidad, todos los personajes que desfilan por las páginas -casi sin excepción, e incluidos los dos gandes protagonistas, Forbin y Colossus- se van a mover por una zona de claroscuros morales, llevados a ella por una sucesión de diferentes situaciones social e individualmente complejas, de forma que ninguno de ellos nos va a parecer poseedor de una verdad absoluta e inmutable. Incluso la amenaza extraterrestre presente en determinado punto de la historia, y que obligará al gran ordenador y a sus enemigos a unir fuerzas, no actúa por pura maldad, siendo sus demandas y aspiraciones en cierta medida legítimas.

Lo verdad es que la Ciencia ficción, y en concreto el subgénero del organismo artificial que toma conciencia de sí mismo, se presta a la reflexión acerca de la naturaleza íntima del ser humano, al poner a éste ante el espejo que supone otro organismo consciente, frente a cuya imagen quedan reflejados de forma más evidente los rasgos que nos hacen personas, así como aquellos que nos inhumanizan. Esto convierte a este tipo de historias, de las que participa notablemente Colossus y sus continuaciones, en un ejercicio literario de interés, más allá del hecho de que una inteligencia artificial con conciencia autónoma real parece en estos momentos alejada de nuestras capacidades técnicas. En esta corriente literaria es de máximo interés la joya que supone la ya mencionada I, Robot, pero posteriormente habrá otras obras dignas de mención, cómo el relato de Harlan Ellison aparecido poco después de Colossus, I Have no Mouth, and I Must Scream (“No Tengo Boca, y debo Gritar”, 1967), en el que se nos presenta al ordenador AM, considerado como precedente de la Skynet de Terminator, y cuyo grado de sadismo sólo puede entenderse si tenemos en cuenta que es hijo de una humanidad orientada a la guerra y la destrucción del enemigo. También es reseñable el origen de la guerra entre máquinas y humanos en el universo Matrix pues, como se explica en el capítulo “El Segundo Renacimiento” de The Animatrix (The Animatrix, 2003) la sociedad humana, por desconfiada y egoista, no acepta en su seno a otros organismos inteligentes, a los que ataca y que no tienen más remedio que luchar por su supervivencia. Incluso en los juegos de ordenador, cuyos guiones están alcanzando en algunos casos un grado de madurez que no tiene nada que envidiar a grandes obras de la literatura o el cine, se ha tratado este tema con inteligencia. Se puede hablar, por ejemplo, del caso de Mass Effect (2007) y su secuelas Mass Effect 2 (2010) y Mass Effect 3 (2012) en todo lo que rodea a la sublevación de las computadoras Geth contra sus creadores, abordándose en el conjunto del juego enormes temas éticos y políticos. Hay otros muchos ejemplos tanto en literatura, como en cine e informática, pero los señalados sirven para fundamentar la importancia e interés del género desde una perspectiva filosófica sin menoscabo de la calidad artística de cada una de las obras expuestas en un plano individual.

Sí, hubo juego de “I Have no Mouth”. No se te queda el cuerpo igual que echando una partidica al Mario Bros.

Con todo lo señalado, podemos afirmar que la trilogía de Colossus es recomendable y merece un lugar digno dentro de la Ciencia ficción. Está bien redactada, con momentos de tensión que el autor prepara con eficacia y que atrapan en su lectura, por no mencionar además que dio lugar a una película bastante digna por sí misma, Colossus: The Forbin Project (Colossus: El proyecto prohibido, 1970) y precedente en algunos aspectos de obras más conocidas como “El engendro mecánico” (Demon Seed, 1977). Pero es que además, como hemos visto, la obra interesa para comprender un marco histórico -el de los temores de la Guerra Fría- y en un plano más general para analizar la naturaleza de un ser humano lleno de luces y sombras al que -tal vez- no le vendría mal un superordenador que le metiera en vereda. Por desgracia los libros nunca fueron traducidos al castellano, pero esta es una de esas ocasiones en las que merece la pena desempolvar el inglés.

En la película, Colossus. The Forbin Project quedó traducido como “Colossus. El proyecto prohibido”. Como ya saben, Forbin es un señor que dirigió un proyecto que NO estaba prohibido. Qué maravilla.

LIBROS ANALIZADOS:

-JONES, D.F. Colossus. Londres: Pan Books Ltd., 1966, 224 p.

-JONES, D.F. The Fall of Colossus. Nueva York: G.P. Putnam’s Sons, 1974, 184 p.

-JONES, D.F. Colossus and The Crab. Nueva York: Berkley Publishing Corporation, 1977, 220 p.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA (Y RECOMENDADA):

-ASIMOV, I. Yo, Robot. Barcelona: Edhasa, 1979.

-CLARK, R. Russell. Barcelona: Salvat, 1984.

-ELLISON, H. No tengo boca y debo gritar. Barcelona: Producciones Editoriales, 1976.

-HOBSBAWM, E. Historia del siglo XX. Barcelona: Crítica, 2001.

-JUDT, T. Postguerra. Madrid: Taurus, 2006.

-POWASKI, RONALD E. La Guerra Fría. Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991. Barcelona: Crítica, 2000.

-VEIGA, F., DA CAL, ENRIQUE U., y DUARTE A. La Paz Simulada. Una Historia de la Guerra Fría, 1941-1991. Madrid: Alianza, 2003.

FILMOGRAFÍA CONSULTADA (Y RECOMENDADA):

Colossus: el proyecto prohibido (Colossus: The Forbin Project). Dir. Joseph Sargent. Universal Pictures, Estados Unidos, 97 min.

The Animatrix (The Animatrix). Dir. Mashiro Maeda (capítulo “El segundo renacimiento, partes I y II). Warner Home Video, Estados Unidos y Japón, 90 min.

VIDEOJUEGOS CITADOS (Y RECOMENDADOS):

I Have no Mouth and I Must Scream, Des. Cyberdreams y The Dreamers Guild, Dist. Cyberdreams y Acclaim Ent. 1995.

Mass Effect. Des. Bioware, Dist. Electronic Arts y Microsofoft Game Studios, 2007.

Mass Effect 2. Des. Bioware, Dist.  Electronic Arts, 2010.

Mass Effect 3. Des. Bioware, Dist. Electronic Arts, 2012.

Autor del artículo

Víctor Deckard

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