Lecturas por, sobre y consecuencia de un confinamiento

Publicado originalmente por el señor McCue el 11 de abril de 2020.

El confinamiento es una putada. No nos gusta que nos apliquen un arresto domiciliario, aunque sea a modo profiláctico. Pero ante esa imposición lógica -dicho sea de paso y para que conste en acta- se descubren o redescubren cosas positivas. Como por ejemplo, que a uno le cuesta mucho menos trabajo meterse al cuerpo un libro de 1500 páginas. Algo que en condiciones de normalidad social y comunitaria, te haría, cuando menos en mi caso, pensártelo mejor y decantarte por lecturas más ligeras de negro sobre blanco, pues otra de mis pasiones: la bici, que me satisface enormemente y me da muchos momentos de alegría, también me resta tiempo para otras actividades. Léase también el trabajo. ¡El “tiempo” ese concepto tan poco valorado en nuestros días! El “cómo” y en “qué” emplearlo, como por ejemplo en la lectura sosegada, es lo que más se debería valorar por encima de consideraciones más anodinas hasta ahora.

Dicho esto, es larga la lista de espera de lo que está encima de mi escritorio, como las biografía de Roman Polanski o Leni Riefenstahl, tras haberme releído estos días, después de 40 años, el “Decamerón” de Boccaccio -con sus cien cuentos, que en realidad son 101- para volver a redescubrir las miserias y fortunas de la condición humana en tiempos de pandemia. Boccaccio pretende ponerse a la altura nada menos que de San Ambrosio, haciendo una analogía con el “Examerón” escrito por este último. San Ambrosio narra la creación del mundo basándose en el Primer Libro de las Antiguas Escrituras, donde su contenido responde a nueve sermones pronunciados por el obispo milanés a lo largo de la Semana Santa del año 387 (a razón de uno o dos por día) haciendo una gran aportación sobre el mundo vegetal y animal, para culminar con una minuciosa descripción del ser humano. Si doy con él, y esto sigue -que seguirá- puede que caiga, pues son 350 páginas de nada.

A instancias del Sr. Deckard, que sabe que no soy muy de Ciencia Ficción -aunque reconozco su gran aportación social, literaria y, a veces, la de saber ponerse por delante de los acontecimientos-, también estoy devorando con fruición “Apocalipsis”. No el de San Juan, donde se relatan las revelaciones de Jesucristo y en el que, según los doctos en materia es considerado el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético -la cosa va de profecías-. Me refiero al de Stephen King. También profético: para muestra el botón del Covid19.

Fuente: Wikipedia

King, quizá sin quererlo -me gustaría tener la opción de poder preguntárselo- en su “Apocalipsis” también establece una relación profética y contemporánea con respecto al “Decamerón” de Boccaccio. No hay más que leer los dos para comprobarlo. A través de un nutrido elenco de personajes, que pasan de una relación y vida cotidiana y normal, a una extraordinaria e imprevista vorágine de situaciones extremas motivadas por el escape de un virus de laboratorio, con un escalofriante índice de contagio mortal del 90’6 %, Stephen King da un repaso actual en su novela del 78 a esas mismas miserias y grandezas humanas. Su estilo suburbano y su prosa desenfadada resulta muy amena para digerir sus 1500 páginas -aunque para gustos están los colores- y donde frases magistrales como: “Nueva York tenía el aspecto de una puta agonizante” o, refiriéndose a uno de los personajes, Larry Underwood, un joven cantante de rock, que empezaba a fundir sus primeros miles de dólares de derechos de autor encerrandose durante días en una juerga continua y comunitaria de alcohol y droga, y al que un amigo quiere hacer andar por la playa para despejarlo, pensaba para sí: “Nada de andar. NO.” y relata King de forma magistral: “Sus ojos se habían hinchado como cristales de aumento, y pronto el sol se filtraría por ellos para inflamarle los sesos, resecos como la yesca” o, refiriéndose a los taimados productores discográficos en lo referente a la pasta que tienen que soltar “Aprietan los dólares hasta que chilla el águila”, hacen que te recuerde a los grandes clásicos de la novela negra americana como Hammett, Chandler o William Riley, que además fueron los responsables de escribir los guiones de algunas de las películas de cine negro que a mi más me han entusiasmado viéndolas una buena cantidad de veces. Pelis que nadie se pierde si quiere saber un poco de qué va la cosa del cine negro.

Fuente: Wikipedia

Como veis, toda causa tiene un efecto. O, como diría Ernest Holmes, creador de La Ciencia de la Mente: “Creer en una ley justa de causa y efecto, que conlleva un castigo o una recompensa, es creer en la justicia”. La “Causa” puede ser externa, el “Efecto” y por tanto la “Justicia” deberíamos intentar que sea en nuestro beneficio: El “Tiempo”, lo más preciado.

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Macue

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