El artista es cronista. Nos habla a cada uno y a todos a la vez porque estamos vivos, porque somos hermanos. En los miedos, en las esperanzas, en la alegría, en el tedio. Para Kafka un libro debe romper el mar helado de nuestro interior. En su último reflejo pictórico Goya comentaba de pasada “aun aprendo”. Gregorio Prieto ofrecía limones en sus lienzos como trasunto del amor que es vida y muerte; simiente por fruto, ácido en su tabú. Pintor camarada de poetas y de la poesía, también en su aspiración de narrar el universo. Bello éste, así como incomprensible y mortal. Observen la mirada de Mary Shelley bajo la visión de Rothwell: insondable pero cercana, desvela la ausente presencia de la amiga que no puede dejar de ser sincera.
Macue es cronista porque es artista. Lo sé bien. Le conozco. Y —no siempre ocurre— es bardo que escucha su propia obra, de modo que es buena persona. Nos cuenta que todo es lo mismo y es diferente. Sabiduría que alabar, pues es lo que da esperanza para cuando eso que llamamos mañana se convierta en aquello que describimos como hoy. En esta ocasión lo hace con Paisajes y Bodegones. El exterior se encuentra con lo interior. La pintura es poesía. Arriba es abajo: todo y todos en comunión. Ante esto me vacío de palabras. No las necesito para entender, que es lo mismo que emocionarse. Aquel al que le plazca ría, sueñe el otro, muestre su indiferencia el de más allá acompañado del que cavila. Nada importa, todo es relevante. Para Gracián conocedor es el que acepta consejos: contemplen la obra de Macue, también aragonés. No de nacimiento. ¿Qué más da? Es de aquí, de todos los lugares en consecuencia. Él lo dice, yo me callo. Porque a buen entendedor, ya saben.
Víctor Deckard.
2 comentarios
Gracias por tus palabras. Son preciosas
Totalmente sinceras, ya sabes 🙂