Pasear por las ciudades en vez de recurrir a otros medios de transporte tiene sus recompensas. Hace poco tiempo iba buscando el Centro Aragonés en Barcelona, obra neomudejar por Miguel Ángel Navarro, arquitecto de quien ya hemos hablado en otras ocasiones por Podcaliptus (1) cuando, por la magia del caminar, me topé con la conocida como cárcel Modelo, inaugurada el año 1904 según proyecto de Salvador Viñal y José Doménech, pero siguiendo el modelo panóptico ideado por el inglés Jeremy Bentham en 1787.
Yo había oído hablar muchas veces de la Modelo, pero ni se me pasaba por la cabeza que en un mundo en el que prima la especulación y el cortoplacismo, fuera un lugar conservado y visitable tras su vida “útil”. Imaginaba que como mucho se mantendría una placa y aquí paz y después gloria. Pero mi sorpresa se incrementó cuando descubrí que efectivamente en algunos horarios había entrada libre y gratuita. ¡Oh, maravilla!
De hecho, el edificio ya resulta interesante desde su propia filosofía, pues los presupuestos de Bentham (una torre central desde la que, con pocos vigilantes, se puede controlar la intimidad de los reclusos en sus celdas sin que estos sepan si son observados) han servido a filósofos como Foucault para plantear la hipótesis de que los estados aspiran a vigilar incluso la vida privada de los ciudadanos, provocando el miedo entre la ciudadanía a actuar libremente.
La cárcel “Modelo” contó con seis galerías, y entre sus reclusos enseguida tuvo a presos políticos como anarquistas a raíz de la conocida como Semana Trágica (1909) en la que la población se resistió a las levas obligatorias de la Guerra en Marruecos; huelguistas de la fábrica “La Canadiense” (1919), uno de los hitos de la lucha obrera, consiguiéndose la jornada de ocho horas; al ministro del gobierno de la República española y presidente de la Generalitat de Cataluña LLuis Companys; homosexuales; y al último asesinado por el régimen franquista, Salvador Puig Antic, cuya ejecución supuso una oleada de protestas a nivel internacional.
Esta prisión y su importancia alcanza también al ámbito de la cultura, siendo protagonista del “noir” español, tanto el basado en hechos reales (aquí se produjo un famoso motín en 1984 dirigido por “el Vaquilla”) o ficticios, siendo mencionada en unas cuantas obras de Manuel Vázquez Montalbán, gran escritor que nos regaló personajes inmortales como Pepe Carvalho.
Pasear por el mucho menos concurrido Ensanche en comparación con otras zonas más céntricas de Barcelona, ofrece más recompensas, como representativos ejemplos de arquitectura modernista o de vanguardia. Pueden gustar más o menos, pero la arquitectura como todas las manifestaciones del arte es hija de una época. Las torres de la Caixa en La Diagonal me recuerdan a un Día de la Bestia que Álex de La Iglesia no rodó aquí, mientras que los jardines verticales de la sede de Planeta DeAgostini me traen a la mente el barniz “verde” del que se quieren adornar las empresas. ¿Algo más bajo él o sólo cristaleras que, como otro símbolo, no dejan ver su interior?
Retornando a la “Modelo” para finalizar con el inicio, haré referencia por un lado a las pintadas que se pueden ver en sus muros. La pared, a veces imprescindible solución arquitectónica para sustentar, en nuestro mundo se usa demasiado para separar, lo cual es otro punto indicativo del grado de evolución que nos encontramos. Pero el espíritu humano también es tendente a cruzar los muros, aunque sea simbólicamente mediante dibujos. Ocurrió en Berlín y su famoso muro (ahora conocido como la East Side Gallery) en Cisjordania como nos recuerda Banksy, en la frontera de Mexico con Estados Unidos y en tantos otros sitios.
Por otro lado, cada vez que pienso en cárceles me acuerdo de Dostoievski. Cuando se encontraba frente al pelotón de fusilamiento fue indultado, pero teniendo que pasar a cambio años de cautiverio en Siberia. Él sabía muy bien lo que es ser prisionero y nos recuerda una verdad que no solemos tener en cuenta al tener en mente en lugares así. Nuestras ideas suelen ser las del merecimiento del castigo severo: si se lo merece que lo encierren, y “cuanto peor, mejor”. Esto, sobre todo lo último, tiene muchos matices éticos, pero el inmortal literato lo expresó maravillosamente en su obra de 1862 “Recuerdos de la casa de los muertos”: el grado de civilización de una sociedad se puede medir entrando en sus prisiones.
(1) Por ejemplo en la entrada sobre el Edificio “El duende” y el curso bajo del Huerva, pues entre sus proyectos estuvo el soterramiento de este río en 1925.
Como siempre en nuestros análisis de lugares “secretos” o “desconocidos”, hemos hecho un vídeo para que podáis contemplar los lugares por vosotros mismos:
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