Expresiones “de antaño”: Hablar “dabuten” en los 80-90

La lingüística es un tema fascinante que se ha adentrado incluso en la filosofía. Que si el lenguaje modifica nuestra forma de pensar (teoría Sapir-Whorf), que si estamos programados para aprender cualquier idioma sin que haya cambios sustanciales en el pensamiento (gramática universal de Chomsky), que si el conocimiento humano no puede ir más lejos de lo que puede describir con el lenguaje (Tractatus de Wittgenstein). En fin, que todo esto mola mazo, pero lo que también es chachi es ver como se enrolla la basca en un determinado momento, porque lo que también parece clarinete es que el idioma evoluciona con el palique de la peña cotidiana, o sea el vulgo, como queda demostrado en el hecho de que las lenguas romances son herederas del latín vulgar. Vaya movida, igual podemos sacar algo dabuten de todo esto. O al menos unas risas, que siempre se sale el partirse la caja un rato.

Yo crecí en los 80. Esto no es nostalgia, es una realidad. Como en todas las épocas había sus cosas buenas (de las que tal vez podríamos aprender, como el poder pagar la queli en unos pocos años) y malas (que habría que evitar, como el estar rodeado por todos sitios de humo de los pitis y de los bugas), pero como lo viví he estimado propicio hacer un remember de expresiones que se llevaban por aquella época y ahora no tanto, intentando rastrear orígenes cuando me ha sido posible. Al fin y al cabo soy un pavo que empollé Historia, así que lo de pisparme de como vivían los jambos de antaño me es especialmente guay. Va troncos, enrollaros un rato que esto no os va a llevar ni cinco nanosegundos en el “mitaverso” (ya, esto no es de cuando la “generación X” éramos unos churumbeles pero no me he podido resistir, porque si lo escuchamos entonces lo hubieramos estado repitiendo en el colegio hasta el final de octavo y más allá).

Para estar en la onda de los chavales. Creative Commons en elrincondeltaradete.blogspot.com

GUAY (DEL PARAGUAY). ZARZUELAS y “BAJARSE AL MORO”:

Podemos empezar precisamente por aquí, ya que en España esta palabra ha tenido un extraño giro de guion cuyas causas aún no están claras. Si observamos otros idiomas de nuestro entorno, parece casi seguro que este término derive de la onomatopeya relacionada con el gritito que soltamos cuando sufrimos dolor ¡Ay, mecagüe…! (voy a obviar el añadido, aunque ya saben que tras recibir un golpe nadie dice mecachis en la mar salada). Esto ha derivado por ejemplo a que en italiano guai signifique “problemas” (sono nei guai es “me he metido en un lío”) y el weh alemán tenga la misma procedencia (con Tut weh como “duele” o literalmente “hace daño”). Sin embargo en castellano el concepto hace referencia más bien a lo contrario, adjetivando sustantivos para darles la calidad de apreciables o positivos. Andanda, ¿y eso?

Pues aquí parece que los 80 hicieron su magia, porque anteriormente la acepción venía a ser la misma que en otros idiomas, haciendo referencia a algo desagradable a través de su vinculación primigenia con el dolor. “¡Guay de nuestra ventura!” aparece en la gran novela Don Quijote en famosa expresión. Se suele aludir a la zarzuela La cruz de los húmeros, estrenada en 1861, para un cambio de percepción de la palabra ya que en dicha obra se dice “fue tan grande mi llanto que florecieron las yerbas. Salero de buten guay. Viva la gente è mi tierra”. Podría limitarme a repetirlo aunque no me acaba de convencer. Sí que nos ofrece la posibilidad de explicar que “de buten” (¿una mezcla de “bueno” y la alemana guten, “buenos”? ¿podría remitir a la presencia creciente de turistas extranjeros, como alemanes, en España desde los 60?) tal vez se acabara convirtiendo en dabuten, expresión bastante utilizada en los ochenta (o su variante dabuti), pero guay parece seguir estando aquí relacionada con algo negativo (“fue tan grande mi llanto”). No es hasta esta década cuando, en lenguaje escrito, podemos rastrear acepciones positivas, comentándose casos primigenios como el de un artículo del ABC de 1983 (“España no es Hawaii (sic) —qué guay —”), aunque hay una canción previa de “Loquillo y los Intocables” que apareció como sencillo en 1981 y que tiene el título así como en la letra la misma expresión practicamente (1). Tal vez jugó la baza la rima sencilla con países muy vinculados a España (Paraguay, Uruguay) o la propia Hawái, que también pueden ser vistos desde una perspectiva positiva de sol y playa, no todo va a ser Benidorm. Del éxito de la palabra da fe incluso la aparición, entre 1986 y 1990, de la revista infantil Guai! fundada en gran medida para salvar el control de derechos sobre las creaciones de Bruguera y que también contó con la colección recopilatoria Tope Guai!

Bajarse al moro , con el personaje de Verónica Forque enseñando lugares clásicos para guardar “cosas”. Creative Commons en la web genteyold

A este factor del pareado, que en definitiva es un recurso oral muy típico en el lenguaje común por su facilidad de uso, incluyendo en este el vacile (“que no tenteras, contreras“) posiblemente se sumó además la vecindad de otro idioma con el que por factores culturales así como históricas el castellano ha tenido mucha relación: el árabe. Y sobre todo esto algo con lo que la humanidad siempre ha estado relacionada: la droga, hecho también comprobable porque como decía Eduardo Dantés (aunque este señalaba al miembro viril) tiene nombres mil (en general y para variedades): el perico, la mandanga, los trujas, los flais, la mierda, el chocolate, el jaco, el jas y así ad infinitum. Los esquimales tendrán muchas palabras para la nieve (anda, ¡otra!) pero aquí se lleva lo que se lleva. Bueno, esto es un poco una broma, al fin y al cabo, todas las sociedades tienen relación con sustancias estupefacientes. Pero una de las cosas específicas de estos lares al respecto ha sido bajarse al moro (¿recuerdan la peli homónima de 1989 por Fernando Colomo? Sí, esa en la que salía Echanove diciendo que tenía ladillas. Eck) es decir ir a Marruecos para traficar con mandanga. En este sentido hay personas que señalan que guay se vincula con el hachís de buena calidad (2). Con todo no está claro que ese sea el origen del término en el aspecto positivo, aunque se suele incidir en que en árabe kuayis es “bien”, así que la tentación de imaginar a un señor señalando fardos al que se había bajado al moro mientras decía, “bien, bien, kuayis, kuayis” es grande por parecerse lo suficiente a guay como para que por homofonía exista la posibilidad de relacionar lo bueno con la palabra. Pero la cosa se complica por el hecho de que, por lo que he buscado (lo siento, no soy experto en este idioma en ninguna de sus variedades), en el árabe marroquí bueno parece ser mesyan , que se aleja más, incluyendo la pronunciación. Por tanto como digo esta teoría no es ni mucho menos segura, pero que se fuman muchos porros en España sí. Tal vez sería una buena idea legalizarlos para acabar con las mafias, hacer cosas guays con el dinero de los impuestos y que la gente no acabara en la cárcel (el mako, la trena, ya saben) por algo que cada uno decide tomar por su cuenta aunque le perjudique a la salud. Así como idea loca, vaya, aunque nos hubiéramos quedado de este modo (tal vez) sin guay, pero no así sin flipante.

FLIPANTE/CHACHI. MÁS DROGAS Y ¿CONTRABANDO?:

La verdad es que me hizo gracia, estudiando inglés, el enterarme de que en ese idioma se usa el verbo to flip out para una acepción muy parecida a la nuestra de quedarse embobado. “¡Uauh! tío, flipante” debí de pensar, y es que me emociono fácilmente. Aquí parece lógico pensar que es un concepto muy ligado a los movimientos contraculturales que cobraron fuerza desde los años 60, especialmente en Estados Unidos. To flip a secas significa dar la vuelta a algo (como un naipe) o a uno mismo (voltereta en el aire) y añadiendo out se consigue el phrasal verb (es decir, que cuenta con varias partículas separadas, son muy usados en el lenguaje informal) referido a que lo que se te da la vuelta es el serebro. Que se te va la olla, vamos. Algo que por ejemplo sucede cuando ingieres LSD, también conocido como un tripi (el cual, viene a su vez de to trip, es decir, viajar). Así que aquí sí parece que tenemos un camino más o menos claro entre los movimientos jipis, junto a otras variedades sociales alternativas, y un determinado lenguaje español en los 80, época recién salida de una dictadura y por tanto con muchas ansias de libertad, la cual trajo problemas por la inocencia, el desconocimiento y el desmadre (¿cuantos no se engancharon al caballo en aquella época?) pero también cosas chachis como una gran eclosión cultural.

El señor chachi. Dicen que dijo: “al que se drogue le meto, solo valen los puracos y ponerse ciego a copazos, no me seáis melenudos”. Dominio Público.

Y hablando de chachi, aquí también se habla de un posible préstamo inglés a través de otros vecinos sureños, los gibraltareños. ¡Ay, (que no guay) las fronteras! ¿Se pirarán un día para no volver? Pues ojalá. Como hemos visto con lo de bajarse al moro son lugares especialmente propensos para el contrabando, también llamado estraperlo (curiosa palabra con también interesante historia), algo que también ha ocurrido y sucede, como en casi todos los lugares fronterizos en el famoso peñón. El tema —se dice— es que los del lado de allí se referirían a lo bueno como propio de Churchill y a los del lado de aquí eso les sonaba a algo del estilo de Chachi, palabra que se acabó quedando. ¡Ay, Mister Churchill! , cosas guays tuviste como lo de resistirte a la Alemania nazi, pero en lo del colonialismo no fuiste tan chachi . Hay que decir que existe otra posibilidad para la palabra: que provenga del caló, es decir, de la variedad del idioma romaní relacionado culturalmente con la etnia gitana asentada en el oeste de Europa. De ser así el recorrido sería chachipé (yo he oído también, usada en el lenguaje oral, la variante chachipeu) que significa “verdad” a chanchi o chachi (que es la que triunfaría). Tomen la que quieran porque no sabemos cual de las dos hipótesis es chachipé.

EL PASOTA Y EL PASOTISMO:

“No seas pasota” me decían mis padres cuando tocaba hacer los deberes y yo estaba ahí dale que te pego jugando al Commando en el Amstrad. El pasotismo puede considerarse casi una filosofía de vida cuyo concepto está en otros idiomas hermanos, como el verbo italiano fregarsene (más o menos, “me resbala”) que da lugar al menefreghismo. Y ojo, que todo esto tiene consideraciones políticas, pues me ne frego vino a ser una frase de resistencia contra la aspirante a disciplinada y ordenada dictadura mussoliniana. Y de dictaduras también sabíamos mazo en España después de cuarenta años, así que el pasotismo es posible que viniera por su parte —al menos hasta cierto punto— como reacción al encuadramiento forzoso en lo público y privado, este a través de la religión, al que obligaba Franco. Tras la muerte del dictador hubo, como comentamos, una explosión de búsqueda de libertad y experimentación, también en el ámbito de las drogas y el sexo, así como en el hablar y el vestir. Si antes estaba mal visto el pelo largo, pues melenas a tutiplén, si lo que se esperaba de un ciudadano era un trabajo “honrado” y respetar los valores de la nación y la iglesia, pues lo que mola cantidubi es pasar de todo y no me rayes con tus movidas, tronco.

¿Sería lo último que vio Franco desde su cama? Creative Commons en caminandopormadrid.blogspot.com , entrada por Carlos Osorio

Por supuesto el lenguaje es también un arma política, y desde el orden establecido —aún durante el franquismo— se reaccionó a estas nuevas corrientes con términos como melenudos (ya refiriéndose a los Beatles, que bueno, llevaban el pelo un poco largo pero en mi instituto nadie los hubiera llamado así), piojosos y “mira ese, si parece un Pinfloi” (en este caso por recordar a otros ilustres cantantes de alargados cabellos, los integrantes del grupo Pink Floyd). También se sigue debatiendo el papel que jugaron en todo esto movimientos culturales como La Movida, que tuvo gran fuerza en Madrid pero también en otras ciudades españolas y cuya inauguración se suele establecer en el concierto homenaje a Canito en 1980. En gran medida los artistas de esta corriente crearon música y productos audiovisuales que dieron el pistoletazo de salida a nuevas formas de expresión —o al menos su popularización— desde entonces. Al fin y al cabo solo hay que acudir a canciones como “Todo va dabuten” (en el álbum Vive Subida de 1986) de Glutamato Ye-Yé, que es casi un himno acerca de lo que estamos hablando. Una muestra de la melodía:

Aquí echamos el resto porque vamos todo puestos y eso repercute en que todo va dabuten.

Nada que añadir.

En todos estos giros idiomáticos tampoco podemos obviar la importancia de la tele, que en España no se empezaría a popularizar como electrodoméstico presente en (casi) todos los hogares hasta bien entrados los años 70 (3), pudiendo yo mismo recordar tiras de Bruguera en la que el leitmotiv era gorronearle la televisión a algún vecino viendo los programas escondido, por ejemplo, detrás de una cortina o a través de la ventana. Ya muchos de los pasotas de los ochenta pudieron ver programas infantiles en sus casas cuando eran niños, de modo que es muy posible que unas cuantas expresiones de esta reacción social provinieran de programas televisivos. Es el caso de cantidubi, que era una palabra extraída del trabalenguas usado en El monstruo de Sanchezstein, concurso en el que los niños debían decir la expresión cantidubidubidubi cantidubiduda, ¡ya! para dar órdenes al sosías de Frankenstein, interpretado por Pepe Carabias. Si tenemos en cuenta que la emisión se produjo entre los años 78 y 79 dentro del espacio Un globo, dos globos, tres globos y que por aquel entonces todo quisque veía lo mismo, no es de extrañar que muchos de los pasotas (y mucha gente en general) usaran la expresión mola cantidubi. No me puedo resistir a decir que una de las guionistas del espacio fue la gran Lola Rico, creadora posteriormente del mítico programa La bola de cristal, el cual tuvo sus propias expresiones para el recuerdo (“no se ría de la bruja Avería”) y autora de una autobiografía que hay que tener muy en cuenta desde su propio título: Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me de cuenta.

En esta viñeta se pueden ver otros pasotas clásicos (y queridos) del mundo del tebeo español: Tranqui y Tronco, por March. Creative Commons en elrincondeltaradete.blogspot.com

Y es que la televisión ha sido un instrumento de primer orden para homogeneizar el lenguaje. Y las opiniones, aunque ese es otro tema y muchos historiadores lo han abordado, como por ejemplo Eric Hobsbawn en su recomendable Historia del siglo XX. En el espacio temporal que nos ocupa, me acuerdo perfectamente de la aparición de Stevie Wonder y de lo mucho que se habló de él, también para mofarse por su acento, así como de lo que me impactó su necesario anuncio “si bebes no conduzcas”. Una figura tan carismática en una televisión que, en el momento en el que se asentó se convirtió en generador de expresiones idiomáticas, también dejó efectiviwonder su poso. Desde aquella época primigenia de los 70 y primeros 80 se abrió la veda y llegaron muchos ejemplos más de expresiones hechas vía el catodismo. Una lista completa sería virtualmente imposible, ¿se dan cuen? pero humoristas como Martes y Trece (oiiggg) o El Duo Sacapuntas (ventidó ventidó ventidó) entre muchos otros se convirtieron en “fábricas” de expresiones que los niños (y no tan niños) ochenteros no parábamos de repetir por obra y gracia en gran medida de aquel programa que se emitía los viernes y se llamaba Un, dos, tres. En los noventa el testigo lo cogerían otros, como Al ataque! con Alfonso Arús (¡Qué mala sueeeeerte!) o Genio y Figura, que precisamente elevaría a la figura de icono al fistro de Chiquito “de la Calzada”. En el cambio de siglo la cosa se fue diluyendo más con la llegada de Internet, pero gente como Tamara Falcó sigue dándonos alegrías verbales, Don Lázaro Carreter la bendiga.

AY, ¡QUÉ CALÓ!

Para rematar la faena por hoy, no voy a hablar del inclasificable programa de Tet… Tele 5 en el que los concursantes se despelotaban ¿? y hacían su aparición las denominadas “Chicas Chin-Chin” ¿¡!? algo que vieron en su momento estos ojillos que se han de comer los gusanos, así que —en efecto— ya profundizaremos en la tele noventera y en la llegada, cual Lazarov en una cacharrería, de las televisiones privadas. Ahora me voy a referir al ya comentado brevemente, caló, idioma de la familia romaní (por tanto emparentado a su vez con el sanscrito e hindi) y del que nuestro propio idioma ha tomado muchos prestamos, unos cuantos de los cuales se utilizaron profusamente, con causas aún por determinar, en los años 80. Relacionado principalmente con la etnia gitana, tal vez este idioma tuvo un mayor eco al finalizar la dictadura por diversos motivos entre los que también podría estar una mayor presencia de esta cultura en la televisión (e incluso el cine, también desde una perspectiva humorística pudiendo ser un ejemplo tardío ¡Ja me maaten! del año 2000 por Juan Antonio Muñoz). Sea como sea, es posible que un estudio a fondo sin condicionantes apriorísticos sea complicado ya que es un tema en el que hay presiones políticas desde diversos ángulos, pues aunque la comunidad gitana ha sufrido por desgracia habituales episodios de racismo, no es menos cierto que dicho racismo también ha jugado en sentido inverso por tratarse de una cultura hasta cierto punto cerrada, algo típico de corrientes nómadas, debido a unas fuertes normas individuales y de colectivo (la llamada “ley gitana”) que pueden dificultar al miembro la aceptación de estándares de la sociedad de acogida, la cual por tanto puede verse desde el interior de la comunidad con desconfianza o incluso desprecio.

Teta 5 la llamaba mi padre… y con razón. Creative Commons en vicisitudysordidez.blogspot.com

Sea como sea, el caló no es “hablar mal”. Se trata de un idioma como cualquier otro y en España no cuenta con una protección particular, ya que las Comunidades Autónomas —que en gran medida tienen las competencias al respecto— se rigen así mismo en este tema por criterios políticos que en muchas ocasiones buscan un rédito más electoral que cultural, algo de lo que tampoco escapa el gobierno central. El caló es en un importante grado patrimonio español, ya que muchos de nosotros tenemos en nuestro vocabulario palabras y giros que encuentran en él su origen. Un rápido repaso al respecto nos lleva a palabras como biruji, camelar (que puede estar emparentado con el sánscrito kama, amar), chaval, churumbel, gachí (y gachó, término que recuerdo por cierto en unas cuantas historietas de Mortadelo y Filemón), pirarse, molar, o la queli, entre otros. No sé ustedes, pero yo que no soy gitano (por tanto, para que nadie se ofenda, solo puedo hacer bromas con pañuelos que impliquen exclusivamente a payos) uso todas esas palabras en mi hablar cotidiano, lo que es indicativo de la riqueza del idioma, su capacidad de aculturación y desde una perspectiva positiva, de la riqueza transmitida en ese sentido por la cultura gitana, la cual traza un puente con otras tradiciones como la hindú. A mi eso la verdad es que me mola mazo, kio.

“Ay el payo, que aún no la ha visto”. Pues no, aún no. He de reconocer que un poco de perecica me da. Creative Commons en la web filmfilicos

Y bueno, hasta aquí llegamos por hoy. Otro día cascaré de más términos y no se priven de comentar cualquier palabro que tengan a bien, de los 80 especialmente aunque en realidad todos serán bienvenidos. No se achanten la mui, que están en su queli.

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(1) Sin consultar la noticia de ABC por ser la hemeroteca de ese diario de pago. Para la posibilidad de “dabuten” como préstamo por el turismo y sobre la canción de “Loquillo”, ver comentarios.

(2) Por ejemplo en el hilo de spanish.stackexchange señalado en la sección ¿Quiere saber más?

(3) Según datos del Ministerio de Educación (v. infra.) a finales de los 60 el porcentaje de televisores en las casas podría rondar el 40 % aunque con diferencias muy marcadas entre las ciudades y el ámbito rural.


¿QUIERE SABER MÁS?

— El origen de guay se ha rastreado en unos cuantos artículos, ya que es una palabra curiosa que en castellano ha tenido —como señalábamos— una evolución particular. Pueden ser interesantes artículos como “LLevamos 800 años diciendo guay” (por Jaime Rubio en VerneEl País con fecha del 16 de mayo de 2018) o hilos de debate en spanish.stackexchange como “¿Cual es el origen de guay?”, abierto el 22 de marzo de 2019.

— De relevancia es la importancia cultural, para bien y para mal, que ha tenido la llegada y expansión doméstica del aparato de televisión. Aparte del señalado libro de Hobsbawn, pueden ser interesantes otros como Televisión de culto (Blanco, 1996. Barcelona: Glenat) en la siempre recomendable colección Biblioteca del Dr. Vértigo. También artículos en la red, como en natureduca, “Historia de la televisión en España. La expansión de los años 60” aportan datos, con fuente en el Ministerio de Educación.

— Sobre la zarzuela que dio origen a dabuti o dabutti, hay unos cuantos artículos. Puede ser interesante uno en la web Sucedió qué por JL Fortea con título “Da Butti, se armó la marimorena”, en la que se hace referencia a este término y otros desde una perspectiva histórica.

Ngram viewer, la herramienta de Google para rastrear palabras en textos desde el siglo XVI puede ser también muy útil para conseguir información e incluso en la investigación filológica.

— De los artículos más completos sobre el desarrollo del caló, evolución y problemática actual, puede ser “El caló, la lengua de los gitanos de España” consultado en la web elcastellano.org por Alejandro Luque con fecha del 18/12/2016.

Autor del artículo

Víctor Deckard

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