Antes de que pudiéramos confundirnos con personajes mediáticos y con ese partido del que “usté me habla”, “El pequeño Nicolás” era ya una de las obras maestras del guionista Goscinny de la mano del también imponente dibujante Sempé. El primero, tristemente fallecido en 1977, estuvo tras la creación de históricos personajes como “Astérix” o “Iznogud”, aparte de ser tal vez el narrador más famoso de “Lucky Luke”, nada más y nada menos, siendo creaciones para las que sobran las palabras; mientras que el trazo suelto del segundo se puede disfrutar en obras maravillosas como “El señor Lambert” (1965, publicado en España el año 2017 por Blackie Books), donde un bar de comidas es el centro de unas relaciones comunitarias de lo más entrañable.
Por lo que respecta a “El pequeño Nicolás”, nació de la colaboración de estos hombres en la revista belga Moustique (Mosquito), que aún existe. El personaje surgió como tira cómica en 1956, tres años antes de la creación de “Astérix”, con un total de 28 historietas que parece ser aprovechaban unos diseños previos de Sempé para animación. En esta etapa Goscinny firma con el pseudónimo “Agostini” pero la historia no acabó de asentarse. No es hasta 1959 cuando acabarán encontrando la fórmula definitiva: cuentos ilustrados que se irán progresivamente recopilando en la publicación “clásica” de cinco libros. En Francia esta primera edición se produjo de 1960 (Le Petit Nicolas) hasta 1964 (Joachim a des ennuis). En España habría que esperar a 1972 para que la editorial Doncel los pusiera en el mercado ya con la gran traducción en castellano de Esther Benítez, impresionante profesional y defensora de los derechos laborales de los traductores.
Sin embargo, para mi “El pequeño Nicolás” es sinónimo de “El círculo de lectores”, empresa que conoció su máxima pujanza entre los años 80 y 90, contando por aquel entonces con una selección infantil bastante amplia y acertada (por citar un ejemplo, a través de la revista del Círculo descubrí al maestro Roald Dahl). Los cinco libros publicados en su seno, junto a los de Alfaguara, siguen siendo muy recordados y seguían contando con la “fenómena” —que diría Nicolás— traducción de Benítez. Sigo conservándolos con mucho cariño, menos uno, “Los recreos del pequeño Nicolás”, que presté y nunca volvió.
A causa de la preparación de este artículo he leído de nuevo bastantes historias de Nicolás y siguen siendo muy disfrutables también como adulto, comprendiendo algunos subtextos que se escapan facilmente de niño. Al fin y al cabo Goscinny era un guionista de primer orden y siempre he tenido debilidad por dibujantes como Sempé, capaces de regalar multitud de detalles y vida en unas pocas líneas de dibujo pese a su aspecto paródico. En definitiva estas historias hablan, entre otros temas, de la presión a la que se ven sometidos los niños en juicios académicos y personales, de la frustración de los adultos (infelicidad matrimonial, trabajos alienantes, vacaciones que siguen un modelo que supone un estrés añadido), las relaciones con hermanos, expectativas vitales, los roles sociales que desempeñamos… ¡Ahí es nada!
De su éxito por hablar de la vida de una forma amena, dan fe la cantidad de ediciones que vieron la luz en nuestro país, más allá de las citadas y más conocidas de Círculo y Alfaguara. Aparte de estas, en internet he encontrado ejemplares de Santillana, Obradoiro (en Gallego), ELKAR (eusquera), La Galera y Labutxaca (catalán), Azucel (asturiano), Salvat y Fascículos Planeta. Es una pena que el nombre de Nicolás se relacione ahora con otras cosas.
Pese a la tristemente temprana muerte de Goscinny, la colección se ampliaría más allá de los cinco libros que fueron los únicos durante décadas. La hija del guionista propuso a Sempé recoger historias que se habían publicado en las revistas pero no habían encontrado espacio. Este aceptó y aportó nuevos dibujos, lo que permitió reediciones en libro de tramas que nunca habían estado en este formato, incluyendo las 28 tiras iniciales, republicadas en Francia en 2017. En España estas nuevas colecciones las ha traído también Alfaguara, ya sin traducción de Esther Benítez —por desgracia ya fallecida— sino por Miguel Azaola, aunque hay algunos tomos que permanecen inéditos en castellano, en concreto los que han visto la luz desde el 2009: Le Ballon et autres histoires inédites con nuevas acuarelas de Sempé, así como las ya mencionadas tiras primigenias. Por hablar también de otros formatos, Nicolás se ha encontrado con tres películas, dos por Laurent Tirard y una —recién estrenada en Francia en el momento en el que se escribe este artículo— por Julien Rappeneau. Habiendo disfrutado de la primera, que fue un éxito en el país vecino, puedo decir que el ambiente de los 60 está muy conseguido y pese a la dificultad de llevar a la gran pantalla una serie de historias cortas independientes, el director y guionistas consiguen una trama fluida (tomando como base la historia de “Joaquín tiene problemas” y “A la pata la llana”) y pese a los cambios narrativos introducidos (por ejemplo respecto a la historia “El ramo de flores”). También cuenta con serie de animación.
¿Qué decir para concluir? El pequeño Nicolás sigue siendo un ejemplo de obra atemporal y que habla de seres humanos de todas las edades, sin importar ni edad ni lugar de nacimiento. Lo demuestra que se ha traducido a casi cuarenta idiomas con más de diez millones de ejemplares vendidos. Da igual que su creación fuera en la década de los cincuenta. Textos y dibujos con nuestro compañero Nicolás hablan de nosotros y de nuestro lugar en el mundo. Él nos lo muestra. ¡Es fenómeno!
Actualización: Desgraciadamente Sempé murió el 11 de agosto de 2022.
¿QUIERE SABER MÁS?
-Ediciones en castellano de las obras (falta “Círculo de lectores”):
https://www.todostuslibros.com/autor/goscinny-sempe?page=1
-Noticia que se hace eco de los cincuenta años de vida del personaje:
-Fichas en Film Affinity de las películas:
https://www.filmaffinity.com/es/film556174.html
https://www.filmaffinity.com/es/film839834.html
https://www.filmaffinity.com/es/film892327.html
-Artículo que recorre la trayectoria de la importante traductora, no lo suficientemente reconocida, Esther Benítez:
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