Hacer un recorrido por las versiones fílmicas de la secular leyenda del Gólem es todo un curso de cine. Muchos conceptos que parecen muy recientes como guión adaptado, “spoof” (parodia), “remake” (nueva versión) o plagio existen desde los albores del séptimo arte y esta historia sirve de ejemplo ilustrativo.
El mito hebreo del gólem se fue conformando, añadiendo elementos sueltos desde el conocimiento de la palabra “Golim” (materia en bruto), que aparece en el Salmo 139 de la Biblia. El término se presentaría como oposición a un ser entero, con espíritu, que solo podría establecer el Dios monoteísta y todopoderoso que se acaba conformando en la tradición judeo-cristiana por asimilación de culturas vecinas, como la Egipcia y algunas mesopotámicas. Después, a lo largo de época medieval se iría perfilando la idea, algo vaga, de la posibilidad de crear autómatas a través de ciertos rituales que implicarían el conocimiento de alguno de los nombres de Dios (poderoso elemento cabalístico también desarrollado en la película “Pi”, original ópera prima de Darren Aronofsky) o el uso mágico de la palabra “Emet” (“verdad”) para la activación pero también para la desconexión del ser, borrando la primera letra y dejando así el vocablo “Met” (“muerte”). Sin embargo, habrá que esperar a la llegada de Gustav Meyrink, quien no era judío pero estaba familiarizado con las conexiones de la leyenda vinculada con el rabino Loew Ben Bezalel de Praga, para que con su novela “El Gólem” (1915 como libro, pero publicada antes por entregas) estandarizara siguiendo criterios esotéricos la historia. No obstante, aunque todas las versiones fílmicas de la historia toman elementos de Meyrink, ninguna es una adaptación fiel. Tal vez porque como señaló el director Paul Wegener, el primero en llevarla al celuloide, en el cine “la poesía está en la cámara”.
LA TRILOGÍA DE PAUL WEGENER (1915-1920):
Este director es considerado como uno de los exponentes del cine expresionista, en gran medida copado por la producción alemana de comienzos del siglo XX y los míticos estudios de la UFA (aún existentes) en Babelsberg-Potsdam. Wegener comentaba que mientras rodaba una de sus versiones de “El estudiante de Praga” conoció la leyenda del Gólem. También estaba familiarizado con la novela de Meyrink, que tuvo un gran éxito para su época, pero cogió elementos de aquí y de allá para potenciar lo que consideraba crucial en el ámbito fílmico: la primacía de la imagen. Así llegó “Der Golem” en 1915. De esta obra se conservan solo unos pocos minutos pero ya queda claro que la filosofía de primacía visual está muy bien desarrollada con lo poco que vemos, como la caída del monstruo (interpretado por el propio Wegener) desde lo alto de una torre.
La primera versión de la historia fue un éxito y a su creador se le ocurrió hacer una parodia. Así es como llego en 1917 “Der Golem und die Tänzerin” (El Gólem y la bailarina). Por desgracia está totalmente perdida, algo muy habitual en el cine mudo, pero se conserva el guion, que es un locurón. En la historia, una bailarina va al cine para ver la exitosa “Der Golem” y el director, que casualmente pasaba por allí se enamora de ella. La muchacha no le hace caso, pero como está encantada con el personaje, el pretendiente se disfraza de monstruo para enamorar a su amada y de paso provocar unos cuantos equívocos. Cervantes con “El Quijote” había establecido el metalenguaje y en gran medida la parodia en la novela. Ahora estos conceptos llegaban al cine y la película fue otro éxito. El “Breslauer Zeitung” por ejemplo señalaba: “Hay muchas risas en este encantador Capriccio de cuatro actos”. Como suele decirse, encantó a público y crítica.
Y si tenemos el guión adaptado del 15 y la parodia del 17, en el año 20 llegó la nueva versión o “remake”. Considerando Wegener que su primera obra estaba muy constreñida por cuestiones presupuestarias y de producción en general, realizó una nueva película más personal, “Der Golem. Wie er in die Welt kam” (“El Gólem. Cómo llegó al mundo”) siguiendo algunos elementos narrativos de la primera cinta pero cambiándola a la época del rabino Loew. Por suerte está completa y es uno de los mejores exponentes conservados de cine mudo con tintes expresionistas y de terror. Una verdadera delicia que sigue demostrando virtuosismo técnico a día de hoy. Algo que por supuesto no pasó desapercibido a las nacientes industrias de la época, como la estadounidense, de modo que otras obras maestras de la época bailaron en la fina línea entre homenaje y plagio. El ejemplo más claro lo constituye el “Frankenstein” de 1931 dirigido por James Whale y protagonizado por Boris Karloff.
“LE GOLEM” (Duvivier, 1936)
Esta es la única película que no he podido conseguir y no deja de llamar la atención que a día de hoy siga conservando derechos de autor. Más teniendo en cuenta que el director fue demandado por los guionistas (Voskovec y Werich) que habían realizado una obra de teatro sobre el mito y que no fueron reconocidos en algunos elementos de la historia, que venía a ser una continuación de la de 1920. Al respecto, en el libro “Down from the Attic: Rare Thrillers of the Silent Era through the 1950s” por John T. Soister y Henry Nicolella, se puede leer:
“El éxito (…) del Gólem llevó al director francés Duvivier a encargar a la pareja [de escritores checos] la escritura de un guion. Sin embargo eliminó a los personajes del guion que recibió, y cambió el género así como la orientación del original. Sin embargo mantuvo partes del texto sin dar atribución, lo que desató otra batalla legal respecto al Gólem que al final ganaron los artistas checos” (Traducción propia)
“IT! CURSE OF THE GOLEM” (J. Leder, 1967)
Esta película también es muy interesante para ejemplificar algunos elementos de la historia del cine. Por un lado, teníamos a la británica Hammer logrando un gran éxito con su aproximación, un tanto camp sumando toques eróticos, a los monstruos clásicos que ya había explorado desde otros parámetros la Universal (Frankenstein, Drácula). Por otro lado, algunos directores como Hitchcock estaban revolucionando el cine a través de novedosas estrategias narrativas, siendo uno de los mejores ejemplos las sorpresas que desvelaba la historia contenida en “Psicosis” (“Psycho”, 1960). “La maldición del Gólem” es un magnífico caso de película subida al carro de las modas de la época, con una mezcolanza nada disimulada de elementos que tenían éxito. Es más bien aburrida pese a los esfuerzos de Roddy McDowall —más conocido por ser César en la saga de “El planeta de los simios”— e incluso con elementos de comedia involuntaria (como en algunas muertes un tanto ridículas y por el hecho de que un perturbado se encuentra con la posibilidad de manejar al Gólem a su antojo, entre otras cosas para ligar) pero merece la pena por estudiar lo que suponía una “exploitation” de otras épocas. En este caso por una productora (“Seven Arts”) un tanto desconocida en la actualidad pero que tiene en su haber clásicos como “¿Arde París”, “Lolita” o “Siete días de mayo”.
“GOLEM” (Szulkin, 1980)
Tal vez la versión de la historia más interesante junto a la trilogía inicial sea esta, desarrollada en Polonia por el director Piotr Szulkin. La Ciencia ficción de los países comunistas tiende a ser un tanto desconocida, aunque en algunos casos con la potencia suficiente como para que no tuviera que envidiar a la producida en otros lugares. Puede ser el caso de “Письма мёртвого человека” (“Cartas de un hombre muerto”, Lopushansky, 1987) o esta versión del “Golem”, que tiene muy poderosas reminiscencias de la literatura de Kafka (el máximo exponente de la cultura de lengua alemana en Praga) y del género distópico. Unos cuantos elementos visuales y narrativos aprovechan aquí partes de la historia de Meyrink para establecer una historia sobre la identidad y la dificultad de distinguir entre la realidad cierta, de existir esta, y la sensible. Son características que estaban en la novela de 1915, muy difíciles de llevar al cine, pero que el director polaco lleva a su obra con maestría. Ecos de todo esto podemos encontrar en obras tan actuales como “Matrix” (Wachowskis, 1999) o “Dark” (2017-2020, Bo Odar-Friese, está además con referencias a la leyenda del Gólem, como sus ciclos de aparición cada 33 años) por citar un par de los muchos en los que se podría pensar.
EN CONCLUSIÓN:
Algunas historias nos han acompañado desde siempre como especie. El Gólem establece, a partir del reconocimiento de la idea de una divinidad omnipotente por motivos culturales de influencias entre diversas culturas, una diferencia clara entre el ser completo y el autómata inanimado o copia vacía. De ahí a las grandes preguntas sobre qué constituye la voluntad o el espíritu vital —o incluso si este tiene algún significado— había solo un paso que esta historia ha ido recorriendo en sus diversas manifestaciones. Si Mary Shelley “inventó” el género de la Ciencia-ficción con su causalidad científica y lo desarrolló con un “monstruo” más humano que los propios humanos, el Gólem —sobre todo a través de su sistematización por Meyrink— se introducirá en ese naciente género a través del autómata. Hijo del Gólem es el robot (término aparecido por primera vez en 1920 en la obra de Kapek “R.U.R”), que exigirá por méritos propios su lugar en las historias de Ciencia ficción. Y en múltiples derivadas, incluidas las más existenciales, como la desarrollada por Mamoru Oshii en los bellos animes que elaboró dentro del universo de “Ghost in the Shell”, también con referencias explicitas al Gólem en la segunda parte (“Innocence”, 2004) sin olvidar tampoco elementos políticos, pues el Gólem también ha sido visto como ejemplo de tecnología muy poderosa pero por lo tanto muy destructiva. Si a esto le sumamos el hecho de que la traslación de este mito prometeico al cine es una lección de historia del mismo, incluyendo innovaciones como las de Wegener, el conocimiento de este arquetipo —tal vez— permite saber más sobre nosotros, nuestro arte y nuestra identidad como especie y si esta puede ser ampliada al conjunto de la naturaleza. Casi nada.
¿QUIERE UD. SABER MÁS?
-IRWIN, W. y FRANKFORT, H. A. “El pensamiento prefilosófico. Vol. 2: Los hebreos”. Contextualiza perfectamente el surgimiento de la idea de un Dios monoteísta todopoderoso a partir de un panteón previo, debido a elementos aculturizadores provenientes de la sociedad egipcia y mesopotámica hacia la hebrea.
-Capítulo de Podcaliptus Bonbon dedicado al Gólem:
https://www.ivoox.com/podcaliptus-8-x-12-el-mito-del-golem-audios-mp3_rf_77121291_1.html
-Artículo de Podcaliptus sobre robots (y cerveza):