Leo en la prensa, aunque curiosamente con bastante silencio de telediarios informativos, que la Audiencia Nacional le acerca el banquillo a la familia Pujol-Ferrusola, esto es al expresidente de la Generalitat y padre unívoco del “procés” independentista, su señora y su correspondiente prole.
La cosa arrancó hace ya más de ocho años con las declaraciones ante el juez Ruz de Victoria Álvarez, expareja de Jordi Pujol Ferrusola, que, entre otras lindezas aseguraba acompañar a su entonces novio y sin saberlo ella, a meter fajos de billetes de 200 y 500 euros en bolsas. Un día, en el restaurante La Camarga, le habló a Alicia Sánchez Camacho de los viajes a Andorra en compañía del hereu pujolí “príncipe de la independencia” con bolsas repletas de dinero. Así empezó la cosa contra los Pujol-Ferrusola. El proceso contra en clan se ha ido dilatando en el tiempo -demasiado tiempo- aunque nunca es tarde si la dicha justiciera es buena. La cosa va de posible asociación ilícita, blanqueo de capitales, organización criminal y otras supuestas perrerías delictivas, según relato sobre los hechos del instructor, sobre una actuación -leo textualmente- “claramente concertada de todos los integrantes de la familia Pujol que indiciariamente obedece a una estrategia orientada a ocultar su origen y que el auto conecta con operaciones ilícitas determinadas que tuvieron como consecuencia determinadas resoluciones de la administración autonómica catalana”. “Se trata de una serie de actuaciones, prolongadas en el tiempo, de todos los miembros de la familia investigados, que el auto sustenta en los correspondientes elementos indiciarios extraídos de la labor instructor, determinando también, con igual engarce en las actuaciones, los respectivos papeles asumidos por cada miembro, en el plano provisional propio de esta fase procesal”, explica la Sala.
Todo ello me lleva a remover mi sosiego y tranquilidad para recordar aquella célebre sesión del “macho alfa” del clan, Jordi Pujol i Soley en el Parlamento de Cataluña, amenazandonos a todos con “remover el árbol” para que todas las manzanas cayeran por su efecto de la gravedad corruptora y corruptiva al suelo. Pues viene a resultar que las manzanas están cayendo por su propio peso sin que Jordi Pujol haya meneado árbol alguno, desde la más grande: “me he equivocado, no volverá a ocurrir”, pasando por cajas “B”, gúrteles, marismas, cursos de formación, EREscándolos, etc.
Va a resultar que, si bien nos quejamos porque todos tenemos la mosca detrás de la oreja con la cuestión de la justicia, pues aunque lenta, camina. Me alegra enormemente que los jueces se remanguen y acaben con esa sensación, tan aparentemente tan arraigada hasta ahora en política llamada “impunidad”.
Que una de las manzanas más esperadas esté a punto de caer y se siente en el banquillo, a pesar de las amenazas de Pujol en aquella lamentable sesión parlamentaria, me resulta altamente gratificante y esperanzador. Esperanza que refuerza la creencia en el Estado de Derecho.
Macue
1 comentario
Pues sí, ya va siendo hora. Una familia representante de lo peor en el ámbito político: agitar banderas (da igual la cantidad de barras que tengan) para que no se vea lo corrompido del sistema.