Palacio Presidencial de Ankara, soberbio, imponente. Entra Erdogan Presidente de Turkía, le sigue el Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se dan la vuelta y los flashes empiezan a dispararse. Tras los flashes ambos se sientan, pero hay una tercera persona que entra tras ellos; nada menos que Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea que, buscando su asiento, no lo encuentra. Se queda inmóvil ante los otros dos mandatarios, pero fijando su mirada en Michel. Con los ojos parece que le dice -¿pero qué cojones estás haciendo?-
Erdogan, no sólo con “el fallo de protocolo”, sino con su actitud ante el mismo, consigue provocar -pues es su casa- una tremenda indecencia en las formas contra una dirigente política europea -y mujer- con no se sabe muy bien qué objetivos. A Charles Michel parece no importarle demasiado en ese momento. Lo entrecomillo porque personalmente no lo achaco a un fallo protocolario involuntario. Los aspectos protocolarios a esos niveles están todos estudiados, medidos al milímetro y al segundo, pensados y preparados hasta el más mínimo detalle, y, por tanto, no se improvisa jamás absolutamente nada. Tampoco Erdogan, ante un posible fallo involuntario, ha pedido disculpas ni ha cesado o increpado públicamente a su jefe de protocolo -que sepamos- como hubiera sido lógico demostrando así ante la UE que ha sido un involuntario e indeseado malentendido. En política, sobre todo internacional, las formas lo son todo.
Ello hace pensar que algo estaba previsto. De ser así ¿qué se quería poner en evidencia, a la propia UE, a su Presidenta por su condición de género, o ambas cosas?. De momento no lo sabemos y posiblemente no lo sepamos nunca. Pero lo más lamentable para nuestros adentros como UE es que tampoco Michel reaccionó en su debida proporción y agilidad ante esa situación. Su deber hubiera sido levantarse hasta que la Presidenta de la Comisión Europea estuviera sentada en un lugar acorde con su posición y rango político al lado de ambos dirigentes, mostrando así un rechazo a esa incómoda situación protocolaria y absurda, a la vez que un apoyo solidario e institucional a Ursula von Leyen.
La justificación ofrecida por Michel ante esa situación ha sido la de escudarse en las “estrictas y anticuadas normas sociales y protocolarias de Turquía”. No es justificación, pues en algún momento protocolario similar, años antes, Borrell, ostentando el mismo cargo que Von der Leyen, tuvo su sitio preestablecido sin ningún problema de “estrictas y anticuadas normas sociales”. Las normas de un país, por muy estrictas y anticuadas no deben ser excusa jamás, pues las puestas en escena, sean del país anfitrión que sean, jamás lo pueden ser en menoscabo o afectación del país invitado, de lo contrario un acto político internacional que debe ser de acercamiento, diálogo y encuentro entre iguales, puede derivar en todo lo contrario.
No obstante parece que Erdogan ha aprovechado la situación entre Michel y Von der Leyen para pescar en río revuelto, por lo cual habrá que exigir también responsabilidades a ambos dirigentes de la UE. Es sabido que entre ambos existe una rivalidad política manifiesta, hasta el punto que, pasados ya dos días del incidente, entre ambos no ha habido una comunicación en ningún sentido, ni de explicación, ni de apoyo moral e institucional de Michel hacia Der Leyen. Como mucho lo que se le ha podido arrancar al belga han sido unas declaraciones públicas como “Si fuera posible volver atrás lo resolvería”. Eso no es de recibo. En política “luego es tarde” y un dirigente ha de saber actuar en el momento justo y con la firmeza necesaria para defender los intereses que representa. Nada menos que los de la UE. De momento, Erdogan pone a la UE en evidencia y, de paso a una mujer en un rincón aparte. No obstante, y ya en casa, habrá que pedir explicaciones al Sr. Michel por esa especie de espesura mental momentánea.
Macue
(Imagen bajo licencia Creative Commons)
1 comentario
La verdad es que lo de Michel lamentable, casi lo peor de todo. Por otro lado, las religiones monoteístas -o al menos su organización, siendo generosos- tienden a ser machistas, clasistas y muchos otros -istas. Así le va al mundo.