Es indudable que Christopher Nolan es uno de los directores que más arrastra a la gente al cine. Es de la generación que, sumada a unos estudios que se apoyan en franquicias de personajes en mallas, ha venido a sustituir a los Spielberg, Lucas y compañía, también conocidos por ser los cimentadores del “mainstream familiar”: negocio redondo para la industria durante décadas por vender cubos de palomitas de cuatro en cuatro y pernicioso -en general y con excepciones- para la difusión entre el gran público de la película entendida como obra de arte. Pero no venimos aquí a hablar de mis chaladuras teóricas sobre el cine, sino de las chaladuras fílmicas de Nolan. Y es que la ha vuelto a liar.
Nadie puede negar que como esos señores citados anteriormente, el director británico sabe desenvolverse -a veces incluso espectacularmente- en el manejo de la imagen, tanto en un contexto visual reducido (Memento, Insomnia) como en entornos plásticos más amplios (Trilogía de “El caballero oscuro”, Dunkirk, Inception o por citar el caso más extremo poniendo el universo como límite, Interstellar)- Sin embargo es una tónica en el cine contemporáneo el hecho de que esa gran capacidad de manejo de lo visual se diluya en una historia mediocre, como es el caso de Tenet. No es el propósito de este texto hacer un repaso de la obra del “Cristofel”, pero diré sin sonrojarme que le ha quitado el trono (aparte del de oro) de los deus ex machina (vamos, sacarse de la gorra giros de guion injustificados) al señor Spielberg. Salvando las ya citadas Memento, Insomnia (esta un poco menos), Batman Begins con su secuela inmediata (perdonamos cosas por ser un género de “fantasía”) o sobre todo Interstellar (aunque cada vez se me hace más insoportablemente largo el final) el resto de obras tienen unos giros tan absurdos de la trama que directamente las destrozan, incluyendo su primer trabajo -algo desconocido- Following. Y encima, como otra marca de la casa “nolaniana”, con una extensión injustificadamente grande. Y es que con Tenet yo ya no sabía como poner mi culo viendo a gente andando “pa’trás” durante más de dos horas (o durante más de dos horas viendo a gente andando “pa’trás” no sabía como poner mi culo yo ya: mira Nolan, yo también sé). Sí, uno ya va peinando canas y le molestan más sitios del cuerpo que antes cuando está un rato quieto, pero si la historia es interesante aún se me olvidan los achaques. No ha sido el caso.
En esta te hacen dibujos al final para que se sepa seguro quien ganó la II Guerra Mundial, no te vaya a entrar el “canguelo”. Nivel Michael Bay en Pearl Harbor ( ¡en la que también salía Batman! Menudo lío).
Y en definitiva, ¿de qué va esto? Fácil, cojan un plan absurdo de peli de James Bond con villano psicópata incluido ¿recuerdan a Goldfinger asaltando Fort Knox pero no para robar el oro, sino para hacerlo radiactivo de modo que el suyo valiera más? Qué maravilla. Pues aquí resulta que el futuro se ha cabreado con el presente y nos atacan de maneras poco prácticas, la verdad. Es como si yo me enfado con las personas medievales y hago una máquina del tiempo con un “algoritmo” (Nolan avisa que tampoco han buscado una historia que sea totalmente científica. No hace falta que lo jure) para darles de tortas. Pongan a gente hablando y andando para atrás en relación con ese plan “chorras” y ale, dos horas en torno a eso y a que si te da una bala que tiene la entropía torcida ¿? duele más ¿¡!?
Los planes así de locos molaban en los 60, pero ha llovido mucho. En esta también salía un laser que se movía “despacico” hacia la entrepierna de Connery, que estaba atado a una mesa. Así me siento yo últimamente cuando veo una de Nolan.
Con respecto a las interpretaciones, poco que añadir. Si ha habido “cachondeito” -en ocasiones con razón- respecto a la “nolanización” en el cine de superhéroes, debido a la introspección que este director mete en algunos personajes de su trilogía del hombre murciélago, pues aquí el señor se va al otro extremo y no puede presentar a gente más sosamente arquetípica: el bueno muy bueno, el amigo del bueno, la chica atormentada y el malo muy malo. ¡Y de nuevo en un metraje sin fin, que ya es difícil! Poco más acabamos sabiendo de estos seres más allá de esas alineaciones a lo Dungeons & Dragons. Bueno, no, que el juego de rol es mucho más rico en matices y en diversión que este filme. Lo digo en serio.
En fin, Nolan nos vuelve a demostrar que es digno heredero de sus mayores en el cine comercial: mucho medio para pocas nueces. Y encima aquí lo visual raya lo risible porque parece que a ratos la cinta se rebobina sola (“yo, crecí en los ochenta y sobreviví haciendo…” ya saben). En definitiva su filmografía se va decantando inexorablemente por el lado de lo terrible (e inacabable). Dice que le gustan las salas de cine y que vayamos a ellas. Pues conmigo está siendo igual de atractivo que el ajo para los vampiros y no, no voy a hacer coñitas con el Pattinson. Por lo menos aún nos queda Villeneuve. Me voy a ponerle una vela.
Pero este señor, ¿viene o se va? Créanme: les va a dar igual. Escuchen el podcast que le dedicaron los amigos de “Torpedo Rojo”, es mucho más divertido.