Joe Biden, o la política de las “cosas”

Una imagen habitual en nuestras carreteras.
Foto Macue.

¿Alguién se percata de lo que está haciendo en sus primeros 100 días de legislatura Joe Biden? Pues atentos. Está haciendo cosas por y para la gente, nada de palabrería de trinchera, ni que viene el comunismo o el coco, o que Trump es facha. Son esas “cosas” que un político que se precie ha de hacer legislando con urgencia y con presupuesto a plazo finalista. Acabo de leer que se va a aplicar el “plan estadounidense para las familias”. Este es el tercer paquete legislativo en tres meses que el anciano presidente estadounidense pone en marcha y que incluye la educación preescolar universal, cobertura de bajas médicas, ayudas para la universidad y asistencia sanitaria. El plan también incluye desde el cambio de tuberías de plomo -sí, digo bien- o el plan de infraestructuras donde persigue acabar con la injusticia social y racial. “Cosas” es decir, la política de las “cosas de comer” como diría mi santa madre. El Sr. Biden hace días que se puso a trabajar de lleno en la lucha contra la pandemia, en las desigualdades económicas y sociales, o en los temas de medio ambiente: cosas. El Gobierno de Estados Unidos va a proponer este miércoles un plan de bienestar social a 10 años cuyo coste se estima en 1,8 billones de dólares (cerca de 1,5 billones de euros) que prevé financiar con nuevas subidas de impuestos a las rentas más altas apostando por un cambio radical  de política que pretende acabar con una doctrina neoliberal predominante en EE.UU durante las últimas décadas. Ahí es nada. Pero parece que esa política de hacer “cosas” pasa desapercibida por estos lares nuestros donde andamos más sumidos en la política de las trincheras que en la de las “cosas del comer”. 

“Cosas” como otra  de las medidas que más destaca: la del proyecto que establece un periodo de baja remunerada de 12 semanas por maternidad y paternidad, así como por enfermedad o el cuidado de un familiar, entre otras cuestiones de menor enjundia. No es moco de pavo en un país donde hasta ahora, o te costeas un seguro privado mínimamente decente que te cubra esas cuestiones o, como dice un amigo mío “te vas al palco”. El plan, con un coste de 225.000 millones de dólares a 10 años, pagará entre un 66% y un 80% del salario del trabajador hasta un tope de 4.000 dólares mensuales. Es decir, “cosas”. 

Biden ha recordado que si bien EE.UU. es uno de los países más ricos del mundo, su manifiesta injusticia social hace que, desde el punto de vista competitivo en lo social con el resto de los países -y pone como ejemplo la UE- han quedado relegados a la cola. Otras “cosas” incluidas son programas de comida para niños, una reforma profunda del subsidio de desempleo o importantes rebajas fiscales para las familias.

Como digo se trata del tercer paquete legislativo bimillonario que presenta Biden en apenas tres meses en el poder. Hasta la fecha solo se ha aprobado el primero, pero los demócratas tienen posibilidades legislativas con las que podrán conseguir la aprobación del resto de las medidas en el Congreso. Son las “cosas”. 

A España van a venir 130.000 millones de euros de la UE para paliar la crisis. Nuestro Presidente ya ha adelantado algo tan ambiguo como un “Plan de modernización de España” sin especificar muy bien cómo. De momento solo se sabe que las diferentes administraciones se pelean por la pasta a repartir sin definir un carácter finalista para esos fondos, es decir, un plan o planes específicos. 

Si ustedes quieren, otro día hablaremos de “modernización de España” y de las tuberías de plomo en millones de hogares, de la vomitiva suciedad y mal estado de muchas de nuestras carreteras, de la asquerosa proliferación de botellas de plástico -con y sin orines de indeseables que las lanzan por las ventanillas de sus vehículos- que “adornan” nuestras rotondas y cunetas; de las miles de hectáreas de techumbres con amianto en edificios y naves en nuestro país, que algún día habrá que ir reemplazando por materiales que no produzcan cáncer de pulmón por asbestosis a sus habitantes; de los miles de vertederos incontrolados fundamentalmente en las zonas rurales, a los que habrá que ir poniendo coto dando opciones de reciclado claras, prácticas y fáciles para que el ciudadano pueda depositar los residuos, mientras la administración castigue con dureza al incívico que tire los residuos fuera de ellos; de la desidia en la limpieza de las ciudades, sobre todo en sus barrios más humildes; de las altas tasas de contaminación en algunas zonas; del turismo incontrolado o de borrachera; de la suciedad en playas y mares; de fomento del empleo que no pase necesariamente por la hostelería que ha convertido España en un resort barato, de la mejora del servicio público sanitario y bien remunerado para que nuestros sanitarios trabajen en las mejores condiciones; de las residencias y sus políticas; del ocio alternativo y ecológico controlado etc. Es decir, la política de las “cosas”.

Macue

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