ESTIGMAS POSMODERNOS Y PENÚLTIMAS VERDADES (Filosofía política en la obra de Philip K. Dick)

Lo parecía, pero algo no funcionaba bien. Era un presentimiento. En lo más profundo de su ser, Hamilton notaba la presencia de la enojosa sensación de que algo fundamental se había torcido.

P. K. Dick. Ojo en el cielo (1985), p.25

Un análisis exhaustivo de la obra del brillante escritor Philip k. Dick (1928-1982) es, cuanto menos, complejo. Realidades superpuestas en un juego especular inundan las páginas de sus libros, donde encontrar el asidero de lo real, el botón antipánico de lo cotidiano, se convierte en una ardua tarea tanto para sus protagonistas como para los lectores. Con todo, mi objetivo en este pequeño escrito será más humilde: enmarcar los escritos dickianos en un contexto filosófico determinado, el del posmodernismo, y defender brevemente la utilidad de la lectura de sus textos en el marco político actual. Probablemente Dick no estaría de acuerdo con mis conclusiones, o sí, o durante un rato, o asentiría complacido en una dimensión paralela a la nuestra, o imprecaría horrorizado en algún mundo transversal. En fin, será mejor que abramos el frasco del inefable producto Ubik, nos rociemos con él, y comencemos…

Cuando se habla de Dick es mejor estar despejado. Un café de tu marca de confianza puede ayudar.

La vida del autor se desarrolló fundamentalmente en época de la Guerra Fría, momento que ya sabemos propicio para la paranoia política y los impulsos totalitarios por parte de los dos bloques en liza. Es evidente que fue un ámbito que influyó en la obra de Dick, quien percibió los peligros derivados de  unos gobiernos enfrentados por la hegemonía mundial y que no estaban dispuestos a tolerar la más mínima disensión interna, aún a costa de coartar los derechos de sus ciudadanos. Dick, quien desde 1938 vivió largo tiempo en Berkeley, foco cultural y de debate político en los Estados Unidos, desconfió desde un principio de las dos ideologías contendientes y llegó a la idea de que tanto el capitalismo como el comunismo tenían impulsos eminentemente opresores, como demostraban sus efectos sociales durante la época que nos ocupa. No detallaré aquí la perspectiva más puramente política de la Guerra Fría por no ser el objetivo del artículo, bastando decir que fue una  de desconfianza tal que dio protagonismo a personajes como McCarthy, quien “sospechaba que todos los ciudadanos (…) eran comunistas camuflados” (E. Carrère. 2007, pp. 32-33) , y que indudablemente influyó en los textos de Dick, en los que el tema de la persecución inmisericorde al disidente o sencillamente al diferente por un poder omnímodo es  un tema recurrente. Un  ejemplo claro puede ser -entro otros- el libro Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, que llegó a considerar su propio Archipiélago gulag (Ibid. p.194) y en el que los estudiantes deben vivir recluidos en campus convertidos poco más o menos que campos de concentración, y donde los controles aleatorios y constantes de la policía suelen acabar con encarcelamientos masivos de simples civiles.

Empieza el concurso de portadas locas. Los germanoparlantes descalificados en primera ronda.

Esta época tras la Segunda Guerra Mundial no sólo estuvo cerca de convertir el mundo en su totalidad en un precioso solar radiactivo, sino que vivió la eclosión definitiva de la corriente filosófica conocida como posmodernismo y en la que me atrevería a enmarcar gran parte de la obra de nuestro querido autor. Básicamente esta formulación de pensamiento, con raíces en los estudios de lingüística de autores como Ferdinand de Saussure, deriva en una rama política que denuncia la falacia de las metanarrativas, es decir, “las verdades supuestamente universales, absolutas o últimas utilizadas para legitimar diversos proyectos políticos o científicos” (R. Appignanesi y Chris Garratt, 2002, p. 103) Es decir, todas las ideologías afirman partir de una supuesta verdad inmutable, externa a nosotros como observadores, pero en realidad no dejan de ser construcciones artificiales basadas en la idea de Razón. Pero ésta es básicamente inexistente para autores posmodernos como J. Derrida, quien la llegan a calificar como de “tirano que sólo puede sostenerse mediante la malicia de reprimir o excluir lo (…) diferente” (Ibid, p. 79). Según esta teoría, cuando cualquier ideología alcanza el poder emprende la tarea, mediante elementos puramente propagandísticos, de crear una realidad que se cuenta como verdadera y que sirve para legitimarse. Es un tema abordado de forma interesante por M. Foucault, quien llego a afirmar que “no existe la historia, sino series múltiples, superpuestas e interactivas de historias de lo legítimo vs lo excluido” (Ibid, p. 83). Así las cosas, el tomar como idealmente verdadero algo que no deja de ser propaganda de cada una de las ideologías representadas en los diferentes -ismos (capitalismo, comunismo, nacionalismo, etc.) pone una convención por encima del individuo y tiene como consecuencia -defiende el posmodernismo- los grandes desastres sufridos en el siglo XX y XXI, en definitiva derivados de la metanarrativa: los campos de concentración nazis, los gulags soviéticos, las guerras neo-imperialistas estadounidenses, etc.. En las obras de Dick se nos invita  constantemente a dudar de lo que se nos presenta como real por parte del orden establecido, lo que entronca claramente con el deconstruccionismo posmoderno. Sus protagonistas -por distintos motivos- llegan a la conclusión de que el mundo que les rodea es ficticio, lo que nos invita a estar alerta acerca de la naturaleza artificial de nuestra propia cotidianeidad. De la misma forma que a Joe Chip se le deshacen los cigarros en Ubik, Barney Mayerson ve como gente normal se transforma en otra persona en Los tres estigmas de Palmer Eldricht, o Hamilton no puede desembarazarse de la molesta sensación de que algo no encaja en Ojo en el cielo, debemos estar alerta ante los elementos inconsistentes que nos demostrarán que nuestra realidad no es como nos dicen que es. En esta línea, Dick es un gran complemento de C. G. Jung (o viceversa) cuando este nos alerta no del inconsciente colectivo, tan de moda ahora, sino del consciente colectivo, es decir, de las convenciones mentales de la sociedad que marcan lo ideológicamente correcto y que, pese a que consideramos como ideas propias, en definitiva son impuestas (Jung, 2000, p.61).

Si crees que llevas el día raro, comparate con los protagonistas de estas historias.

Por lo tanto, cuando en los libros de nuestro autor se nos llama a poner en duda constantemente la realidad, se nos está transmitiendo un mensaje revolucionario y de importante carga política, en tanto en cuanto nos incita a no permitir que se piense por nosotros, ya que como señala H. Arendt, la ideología busca que “la pluralidad se funda en un hombre de dimensiones gigantescas” (Arendt, 1982, p. 601). Si no nos interrogamos acerca de lo que es real, aceptamos la realidad dada por poderes en definitiva fácticos. En otras palabras, “el pensamiento ideológico (…) insiste en una realidad más verdadera (…) usando para ello la propaganda, que también sirve para emancipar el pensamiento de la experiencia y de la realidad. [De este modo] cuando los movimientos han llegado al poder, proceden a modificar la realidad conforme a sus afirmaciones ideológicas” (Ibid, p, 607). Este proceso de propaganda política puede contemplarse en varios de los textos de Dick, pero por señalar uno todavía no mencionado, me referiré a La penúltima verdad, en la que es bastante significativo el hecho de que los lideres de los Estados Unidos y de la Unión Soviética no existen, sino que se trata de marionetas que repiten unos discursos redactados por la élite económica del mundo. De la misma forma podemos preguntarnos, cuando muchos de nuestros políticos “reales” hablan, ¿quién pone las palabras en su boca?

Una gran manera de aprender sobre política (y de tener sueños raros)

Llegados a este punto, y teniendo claro que Dick sigue la línea posmodernista de desenmascarar la realidad aparente y oficial, podemos dar el siguiente paso. Por norma general, la metanarrativa ideológica perfila un adversario, constituyéndose parte de su identidad en su oposición a él. Fácilmente se le identificará como el enemigo, el loco o el inferior por no aceptar la verdad “inmutable” defendida por la ideología (Appignanesi y Garratt, op. cit. pp. 78-83). Hablamos del extranjero en el caso nacionalista, del burgués en el caso comunista, del antisistema para el capitalismo o del hereje si nos referimos a las diferentes religiones existentes. Constantemente en la obra de Dick, el protagonista tiende a desempeñar este papel de excluido y perseguido, pero donde se ve claramente esta conformación del otro a perseguir es en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? El libro tiene en mi opinión un final un tanto fallido, y el espíritu al que me refiero tal vez este mejor desarrollado en la magnífica adaptación cinematográfica, Blade Runner, pero no deja de ser una obra altamente recomendable para percibir la incómoda sospecha de que el enemigo señalado por el sistema tal vez no sea tan fácilmente identificable como nos quieren hacer creer desde los medios de comunicación y de poder. De hecho puede que sea mucho más parecido -o incluso igual- a nosotros. En los mejores pasajes del libro, Rick Deckard sabe que no puede seguir persiguiendo androides, pues al pensar que -como él- tal vez sientan o sufran, llega a ser consciente de que está asesinando a otros individuos y no “retirándolos”, eufemística expresión utilizada por el sistema para referirse a la aniquilación de los sintéticos. ¿Y acaso no usa eufemismos nuestro sistema actual cuando se refiere a la destrucción de enemigos reales o imaginados? Gran parte de la prensa está llena de “daños colaterales” y “acciones preventivas” que recuerdan inevitablemente a la “retirada” de replicantes. Un ejemplo claro puede encontrarse en el programa de drones. De hecho, varios pilotos de estos aparatos, como Brandon Bryant o Heather Linebaugh, de la misma forma que Rick Deckard tomaron la decisión de abandonar su trabajo cuando el nivel de empatía con el supuesto enemigo les hizo derrumbarse emocionalmente, algo que parece bastante extendido en este programa militar en el que, además las bajas civiles parecen ser bastante elevadas (V. “Confessions of a Drone Warrior” en GQ Magazine, 23 de octubre de 2013) Pero la búsqueda del enemigo y disidente toma además otras formas que ya fueron avisadas por Dick. En Nuestros amigos de Frolik 8 se nos habla del “Experimento del Gran Oído”, con el que el  gobierno pretende la escucha telepática de sus ciudadanos. En mi opinión, sobran comentarios acerca de el paralelismo con las denuncias de escuchas ilegales realizadas por el ex-analista, subcontratado por la NSA, Edward Snowden. Por citar un último ejemplo, otra ideología que se construye en gran parte como oposición al diferente-extranjero es, como ya señalaba, la nacionalista, y esta recibe una mordaz crítica en el relato de Dick Veterano de guerra.

En conclusión, podemos afirmar que la carga política en la obra de Philip K. Dick es más que evidente y que se enmarca en la corriente de pensamiento posmoderna, que denuncia la construcción de una realidad ficticia por parte de la metanarrativa dominante en cada momento histórico, que le sirve para legitimarse y para la destrucción de todo pensamiento disidente al ser identificado como propio de un enemigo irracional. Con esto, no pretendo decir que este tipo de filosofía fuera la única influencia de Dick, ya que el esoterismo y el gnosticismo -que identifica el mundo con el infierno o con una carcel- son ideas que también dejaron una huella importante en sus libros (Carrère, op. cit. p. 150). . Tampoco pretendo una defensa a ultranza de la doctrina posmoderna, que tiene algunos peligros evidentes, denunciados por autores como Terry Eagleton, y que se plasman en una excesiva deconstrucción del pensamiento ideológico que, a su vez, puede desembocar en un relativismo excesivo y en una equiparación demasiado radical de todas las ideologías. Sin embargo, este no es el debate que me ocupa en este artículo. Lo que he pretendido demostrar es que gracias a las obras de K. Dick y sus influencias doctrinales derivadas del posmodernismo, podemos estar alerta ante peligros evidentes de la sociedad actual, como pueden ser el control político de los medios de comunicación, el fomento del pensamiento único o la represión, más o menos violenta, de la disidencia. Debido a que esos peligros son reales, la denuncia de Dick de la realidad “oficial” es útil. Y, ya desde una visión más subjetiva, divertida, porque nuestro autor suele aderezar sus obras con una acción ágil y un humor elaborado, sobre todo en los diálogos (mención especial en este caso a Ubik y Ojo en el cielo, tal vez mis obras favoritas de Dick). En fin, mirad a vuestro alrededor, seguro que encontráis algo que no encaja. Eso sí, como sea una moneda con la cara de vuestro jefe, malo…

El sueño de la razón a veces produce obras de arte. Podcaliptus: fábrica de frases para soltar en fiestas de pedantes.

OBRAS CITADAS DEL AUTOR:

Blade Runner. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?; traducción de César Terrón. Barcelona: Edhasa, 1992. Colección: Pocket Edhasa; nº 95. T.O.: Do androids Dreams of Electric Sheep? (1980).

Fluyan mis lágrimas, dijo el policia; traducción de Domingo Santos. Barcelona: Acervo, 1976. Colección: Ciencia Ficción; nº 11. T.O.: Flow My Tears, The Policeman Said (1974).

La penúltima verdad; traducción de Antonio Ribera. Barcelona: Martínez Roca, 1976. Colección: Super Ficción; nº2. T.O.: The Penultimate Truth (1964).

Los tres estigmas de Palmer Eldritch;  traducción de Marcelo Tombetta, Barcelona: Minotauro.  T.O.: The Three Stigmata of Palmer Eldritch (1964).

Nuestros amigos de Frolik 8; traducción de Miguel Giménez Sales. Barcelona: Martínez Roca, 1987. Colección Super Ficción Segunda Época; nº 103. T.O.: Our Friends From Frolik 8 (1970).

Ojo en el cielo. Traducción de M. Blanco. Madrid: Orbis, 1985. Colección: Biblioteca de Ciencia Ficción; nº 22. T.O.: Eye in the sky (1960).

Ubik. Traducción de Manuel Espín con actualización de David Alabort. Madrid: La Factoría de Ideas, 2000. Colección: Solaris Ficción; nº 3. T.O. Ubik (1969).

-”Veterano de guerra”; traducción de Norma B. de López. Inc. En La máquina preservadora. Barcelona: Edhasa, 1977. Colleción: Nebulae, nº 23. T.O.: War Veteran (1955).

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

-APPIGNANESI, R y GARRATT, C. Posmodernismo para principiantes. Buenos Aires: Era Naciente, 2002.

-ARENDT, H. Los orígenes del totalitarismo. Vol. 3. Totalitarismo. Madrid: Alianza, 1982.

-CARRÈRE, E. Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Philip K. Dick 1928-1982. Barcelona: Minotauro, 2007.

-EAGLETON, T. Las ilusiones del posmodernismo.Buenos Aires: Paidós, 1998.

-JUNG, C. G. Archetyp und Unbewußtes. Zürich/Düsseldorf: Walter Verlag, 2000.

-QUEYSSI, L. y MARCHESI, M. Phil. Una biografía de Philip K. Dick. Barcelona: Norma, 2019.

Autor del artículo

Víctor Deckard

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Comentarios

6 comentarios

  • Space Disc Jockey dice:

    Dices algunas cosas interesantes, pero el problema de usar -y abusar- del término posmodernidad/posmodernismo es similar al que se hace en la espiritualidad new age con “energía”: sirve para explicar todo sin decir nada. Precísamente, si hay algo de “posmoderno” en la obra de Philip K. Dick, son justamente las novelas posteriores a las que has citado, en especial ‘La invasión divina’, Valis, y ‘La transmigración de Timothy Archer’, donde da forma a un género que sólo él sostuvo y desarrolló: la autobiografía de ciencia ficción.

    • Hola, gracias por tu comentario. Creo que en el artículo queda argumentado suficientemente el motivo por el que la vertiente política de Dick ha de ser calificada como posmoderna (la época política contemporánea, sobre todo después de la II GM o “del conflicto de los 31 años” como lo califican otros autores como Hobsbawn tiene como uno de sus elementos definitorios -no único- el posmodernismo, -algo que ya tiene un gran consenso- por lo que no estoy de acuerdo en que en el artículo -cfr. Arent, Derrida o Foucault entre otros- se abuse del término). Otros elementos troncales de la obra de Dick son el esoterismo o el gnosticismo, como señalo en el artículo y que estarían más presentes en las obras que citas, pero su descripción y perspectiva no era el objeto de este texto, como también apunto en el prefacio y en las conclusiones. Ese elemento, cuya descripción como “Autobiografía de Ciencia ficción” se queda corta en mi opinión, se entroncaría más bien en una muy clásica -aunque renovada- tradición de “alumbrados” e “inspirados”. Pero eso para otro día, un saludo 🙂

      • Space Disc Jockey dice:

        No sé qué contará el libro ‘Posmodernismo para principiantes’, pero si algo define a la posmodernidad es la ausencia de algo parecido a consenso. Hay más definiciones que sabores en una heladería valenciana. Eso y que, como ya demostraron hace años Sokal y Bricmont en su popular ‘Imposturas intelectuales’, los que se dedican más intensamente a teorizar sobre ello son a menudo unos charlatanes, como es el caso de Derrida y otros autores franceses, especialmente dotados para llenar páginas y páginas sin decir absolutamente nada.

        Un saludo.

        • Hola,
          pues le recomiendo el libro “Posmodernismo para principiantes”, obra que por ejemplo le encantó a J. L. Rodríguez García, uno de los mejores profesores de filosofía de la Facultad de Zaragoza y que impartía la muy interesante asignatura “Tendencias actuales de la filosofía”. Me encantaría debatir con usted, pero no aporta ningún argumento más allá del “posmodernismo no dice nada” porque lo dijo “no sé quién”. Ante ese nivel, estaría suspendido en cualquier asignatura de instituto. Me recuerda Ud. a un amigo muy prepotente, especialista en perder relaciones a lo largo de su vida, que opinaba sobre comida cuando la única vez que me invitó en décadas a comer algo hecho por él fue una menestra congelada de bolsa XD En el artículo se señalan los argumentos por los que Dick se puede inscribir en la tradición posmoderna y cual es esta, apoyando las afirmaciones en argumentos establecidos por determinados autores y porque estoy de acuerdo -o no, incluidos críticos con el movimiento como Jones- . Si no le gusta, me parece muy bien y ante su nivel argumentativo y de educación (uno de los logros del posmodernismo es el hacernos pensar que no estamos ante la verdad absoluta, pues de lo contrario se cae en prepotencia y fanatismo, ante lo que nos alerta Dick) casi lo prefiero XD

  • Ignorante Cien Millones Doscientosmil dice:

    El artículo me ha resultado muy interesante y lo he disfrutado. Hace menciones, además, a autores que conozco de “oídas” pero están siempre pendientes en mi lista de
    “deberes”. He llegado aquí buscando algo sobre el papel de la filosofía en la obra de Dick ( y a la inversa).Sobre todo me interesaba saber si la alargada sombra de Nietzsche influyó en nuestro autor. Si bien el artículo no ha satisfecho mi intención original, haberlo leído no me ha resultado una pérdida de tiempo, más bien al contrario. Ahora bien, el cruce de comentarios posteriores me ha nublado un poco la experiencia y me ha remitido a esas páginas de escritores “amateur” donde las críticas y comentarios que se hacen mutuamente consisten en una infantil pugna por demostrar quién “sabe más” y está “más leído”. ¡Ay, los egos!
    Saludos

    • Hola,

      muchas gracias por tu comentario. Por cierto que Nietzsche me parece otro pensador de lo más interesante. Y con lo de «choque de egos», hablaré por mi: aunque en ese cruce hay más cosas de las que aparecen en los textos, creo que mi actitud fue infantil y ciertamente me pudo el ego, tal vez uno de los males que han acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Es una de mis batallas internas en las que, en ocasiones es precisamente aliada la filosofía. Siento que te haya enturbiado tu visita aquí.

      Por lo demás, muchas gracias por tu comentario, me alegro infinitamente de que hayas disfrutado el artículo 🙂

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